martes, 2 de abril de 2013

Odio los parques




Casi no me acordaba de la tristeza que me transmiten los parques hasta que encontré hoy esta foto en el mundillo de Facebook. La realizó mi amiga Mari-Carmen Marcos, supuestamente desde la terraza de un ático en las inmediaciones de la Sagrada Familia.

Efectivamente, en la foto no se ve ningún parque. Ni siquiera se sabe bien –si no se conoce la construcción fálica de la Torre Agbar- que se trata de Barcelona. Parece un paisaje corrosivo, imaginariamente en suelos de Chernobil muchos años después de que los naturales pudieron regresar e instalarse allí nuevamente con todas la comodidades, incluyendo un arcoíris permanente –prestado- que les situaron como cortesía por todo lo que hubo de pasar.

El parque, créanme, por favor, está debajo de esta foto.

Barcelona, para mí, es un parque donde no pasa el tiempo. Es una pena que tenga que recordar así. Pero cada cual tiene sus propias vivencias.

Yo fui a Barcelona, básicamente, a crear una familia. Para ello tuve que pasar muchas horas en los parques cuidando ancianos y enfermos terminales.

La frase “tengo ganas de morir” me acompañó inexorablemente en boca de personas a mi lado que iban en dirección contraria.

Hay muchas historias, pero la clásica es la de un hombre de cincuenta y pocos años afectado de Esclerosis Lateral Amiotrófica que me pidió altramuces como último deseo, sentados -¡cómo olvidarlo!- en el parquecito con un pequeño lago frente a la fachada de la Sagrada Familia, la que  ostenta un singular árbol de la vida.

Y, claro, yo no nací para eso.

Fueron solo circunstancias que se extendieron en el tiempo más de lo debido, más de lo calculado, más de lo deseado.

El efecto es un daño irreversible que me imposibilita disfrutar al máximo de un parque agreste de Miami en compañía de mis hijos mellizos que tienen ahora un año y medio.

La metáfora de la foto se presenta como un juego de interpretaciones, mediante el cual cuada uno se llevará -o se quedará- recuerdos de Barcelona si acaso alguna vez hubo de dejar esta preciosa ciudad.

Lo más preocupante, en todo caso, sería  por qué esta imagen me hace pensar en un parque.

Foto de Mari-Carmen Marcos

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi por el contrario los parques me encantan, los asocio con la naturaleza, la tranquilidad, en fin...Me relaja pasear por un parque natural.
Lo que a ti te pasa con los parques a mi me pasa con las oficinas de la Administración del Estado. Me recuerdan la arbitrariedad y el burocratismo. Soy abogada y odio el aparataje estatal... Todos tenemos nuestros traumas, pero no hay nada que el tiempo y el espacio no borren, al menos eso espero.