Algún día, cuando de verdad me crea en Barcelona y me dé por revisar todos los apuntes que traje de Cuba, me sentaré a escribir mis memorias del teatro de los 90, mi fascinante tránsito por las tablas, desde bambalinas, claro.
En la pequeña maleta que traje de La Habana –tuve que facturarla, por lo que viajó en la barriga del avión-, venía un archivo de negativos en blanco y negro de esa época que, ciertamente, no fue la mejor, pero tampoco la peor estación del teatro nacional. El archivo todavía sigue en la maleta, y ahí debe haber alguna imagen de Bebo Ruiz.
El otro grande Bebo, el fundador de la escuela cubana de instructores de arte, el juglar más loco que yo haya conocido jamás, acaba de morir en su tierra a los 75 años. Su imagen desarrapada, su pelo amelcochado y sus incontables arrugas faciales lo transfiguraban en un posible vagabundo cuando viajaba en guagua, que era la mayor parte de las veces. Detrás de su aspecto abandonado había, sin embargo, una de las claves básicas para entender el teatro cubano después de 1959, cuando, ilusionado, entregó al estado una sala dramática de su propiedad.
Bebo fue el maestro de varias generaciones de actores, dramaturgos y directores de escena. Los asesoró a todos sin pedir nada a cambio, excepto, seguramente, colaboración para sus proyectos trashumantes, porque era un fanático del arte callejero. Era una especie de biblia, un ABC del mundo escénico por haberlo vivido más que todo. Era un fantasma que aparecía en las filas intermedias de las asambleas del Ministerio de Cultura, con sus dedos amarillos marcados por la nicotina, sin maquillaje, como mismo era su vida y su manera de interpretar el teatro, como un Lorca itinerante en una carreta por las serranías y caminos vecinales. Confió siempre en el contacto directo como método de trabajo, más que en el ilusionismo de una sala oscura.
Por eso, cuando su experiencia parecía ser poca, en plena madurez artística, fundó el gigante consorcio Juglaresca Habana. Si hubiera vivido en el capitalismo, Juglaresca…hubiera sido una especie de holding, una corporación. Más de veinte agrupaciones de diferente estética pero similar intención. Pequeñas compañías a las que el consejo nacional de las artes escénicas se empeñó en denominar proyectos. Todo un contrasentido si tenemos en cuenta que un proyecto es algo que no sale de la mesa de trabajo.
Bebo para mí fue siempre una persona mayor, quizá más por su apariencia que por su salud. Desde que vivo fuera de Cuba, a cada rato lo recuerdo con una camisa a cuadros de mangas largas, soportando la presión de mi cámara fotográfica que trataba de reproducirlo en el periódico Granma. Debo decir, sin temor a que suene mal, que la muerte de Bebo la esperaba. Si se mueren comandantes de la revolución bien cuidados, de esos tipos perfumados, con atenciones especiales colgadas de la cabecera de la cama, ¿por qué no van a morir juglares existencialistas y bohemios?
Una vez, Bebo me sumó a una gira de quince días por Cienfuegos y Sancti Spíritus. La compañía itinerante llevaba clowns, titiriteros, magos, esperpentos y un periodista, que era este que escribe. En el hotel del Partido* de Sancti Spíritus nos pusieron en la misma habitación. Era la última noche de la gira.
Al día siguiente, antes de regresar a La Habana, tuvimos un desagradable contratiempo. Resulta que no nos querían dejar abandonar el hotel hasta que no pagáramos una sábana manchada de sangre que apareció en nuestra habitación. Ni Bebo ni yo habíamos visto esa sábana, salió de la nada. Toda la compañía observaba el espectáculo en la recepción del edificio, todos con la boca abierta.
En Cuba pasan esas cosas surrealistas y denigrantes.
Viendo que la administración del lugar no cedía, y que Bebo, el gran maestro de todos esos actores, estaba impactado con la absurda situación, él que había visto tanto teatro en su vida y sabía que el gran artífice del absurdo, Virgilio Piñera, no estaba detrás del ambiente, pues, se me ocurrió utilizar el carné del periódico Granma para solventar la mala escena. Nunca antes había sacado ese documento para aclarar cosas administrativas.
-¡Si nos hacen pagar algo que no hemos hecho –dije indignado enarbolando la tela, porque el director del hotel había llevado la sábana a la recepción-, publicaré un reportaje en el periódico!-y acto seguido coloqué el carné delante de los ojos del acusador.
Funcionó.
En la guagua de regreso a la capital, Bebo iba mezclado como siempre con el elenco. Pero estaba callado, con la vista clavada en los campos de caña.
Tiempo después nos vimos como siempre, en los festivales y los cócteles de los estrenos. Yo jamás pude aguantarme e invariablemente le preguntaba: ¿te acuerdas, Bebo…?
Si este capítulo aparentemente minúsculo de su vida no fuera verdad, cualquiera diría que los dramaturgos exageran.
No somos nada, Bebo, y nos quisieron procesar.
Hasta siempre.
El otro grande Bebo, el fundador de la escuela cubana de instructores de arte, el juglar más loco que yo haya conocido jamás, acaba de morir en su tierra a los 75 años. Su imagen desarrapada, su pelo amelcochado y sus incontables arrugas faciales lo transfiguraban en un posible vagabundo cuando viajaba en guagua, que era la mayor parte de las veces. Detrás de su aspecto abandonado había, sin embargo, una de las claves básicas para entender el teatro cubano después de 1959, cuando, ilusionado, entregó al estado una sala dramática de su propiedad.
Bebo fue el maestro de varias generaciones de actores, dramaturgos y directores de escena. Los asesoró a todos sin pedir nada a cambio, excepto, seguramente, colaboración para sus proyectos trashumantes, porque era un fanático del arte callejero. Era una especie de biblia, un ABC del mundo escénico por haberlo vivido más que todo. Era un fantasma que aparecía en las filas intermedias de las asambleas del Ministerio de Cultura, con sus dedos amarillos marcados por la nicotina, sin maquillaje, como mismo era su vida y su manera de interpretar el teatro, como un Lorca itinerante en una carreta por las serranías y caminos vecinales. Confió siempre en el contacto directo como método de trabajo, más que en el ilusionismo de una sala oscura.
Por eso, cuando su experiencia parecía ser poca, en plena madurez artística, fundó el gigante consorcio Juglaresca Habana. Si hubiera vivido en el capitalismo, Juglaresca…hubiera sido una especie de holding, una corporación. Más de veinte agrupaciones de diferente estética pero similar intención. Pequeñas compañías a las que el consejo nacional de las artes escénicas se empeñó en denominar proyectos. Todo un contrasentido si tenemos en cuenta que un proyecto es algo que no sale de la mesa de trabajo.
Bebo para mí fue siempre una persona mayor, quizá más por su apariencia que por su salud. Desde que vivo fuera de Cuba, a cada rato lo recuerdo con una camisa a cuadros de mangas largas, soportando la presión de mi cámara fotográfica que trataba de reproducirlo en el periódico Granma. Debo decir, sin temor a que suene mal, que la muerte de Bebo la esperaba. Si se mueren comandantes de la revolución bien cuidados, de esos tipos perfumados, con atenciones especiales colgadas de la cabecera de la cama, ¿por qué no van a morir juglares existencialistas y bohemios?
Una vez, Bebo me sumó a una gira de quince días por Cienfuegos y Sancti Spíritus. La compañía itinerante llevaba clowns, titiriteros, magos, esperpentos y un periodista, que era este que escribe. En el hotel del Partido* de Sancti Spíritus nos pusieron en la misma habitación. Era la última noche de la gira.
Al día siguiente, antes de regresar a La Habana, tuvimos un desagradable contratiempo. Resulta que no nos querían dejar abandonar el hotel hasta que no pagáramos una sábana manchada de sangre que apareció en nuestra habitación. Ni Bebo ni yo habíamos visto esa sábana, salió de la nada. Toda la compañía observaba el espectáculo en la recepción del edificio, todos con la boca abierta.
En Cuba pasan esas cosas surrealistas y denigrantes.
Viendo que la administración del lugar no cedía, y que Bebo, el gran maestro de todos esos actores, estaba impactado con la absurda situación, él que había visto tanto teatro en su vida y sabía que el gran artífice del absurdo, Virgilio Piñera, no estaba detrás del ambiente, pues, se me ocurrió utilizar el carné del periódico Granma para solventar la mala escena. Nunca antes había sacado ese documento para aclarar cosas administrativas.
-¡Si nos hacen pagar algo que no hemos hecho –dije indignado enarbolando la tela, porque el director del hotel había llevado la sábana a la recepción-, publicaré un reportaje en el periódico!-y acto seguido coloqué el carné delante de los ojos del acusador.
Funcionó.
En la guagua de regreso a la capital, Bebo iba mezclado como siempre con el elenco. Pero estaba callado, con la vista clavada en los campos de caña.
Tiempo después nos vimos como siempre, en los festivales y los cócteles de los estrenos. Yo jamás pude aguantarme e invariablemente le preguntaba: ¿te acuerdas, Bebo…?
Si este capítulo aparentemente minúsculo de su vida no fuera verdad, cualquiera diría que los dramaturgos exageran.
No somos nada, Bebo, y nos quisieron procesar.
Hasta siempre.
Notas:
* Se le llama así genéricamente al único partido político legal de la isla.
La foto de arriba es de Rubén Darío Salazar, alumno de Bebo Ruiz y uno de los más prolíficos creadores de la escena cubana de hoy.
La noticia la hallé en el blog de la investigadora teatral cubana Rosa Ileana Boudet, quien vive en California.
* Se le llama así genéricamente al único partido político legal de la isla.
La foto de arriba es de Rubén Darío Salazar, alumno de Bebo Ruiz y uno de los más prolíficos creadores de la escena cubana de hoy.
La noticia la hallé en el blog de la investigadora teatral cubana Rosa Ileana Boudet, quien vive en California.
14 comentarios:
JI leyendo a otros uno se confronta con la vida propia, esa individualidad en Cuba que hoy leo en otros blogs como si lo escribiera a partir de mí. Me ha dejado triste hoy tu evocación. Tuve un instructor de Teatro del que nunca me despedí y pude hacerlo, antes de que muriera por la leucemia. También supe de hoteles de provincias y asuntos así como una vez que un grupo humorístico cuyo nombre no recuerdo rompió un lavamanos y se formó, en Camagüey donde comíamos nada, bebíamos y sentíamos que Cuba era el eterno paraíso
Miherma, saltando la venta de tus chinos, que hoy vinieron con muebles y diseños de gabinetes, ya sabes la impresión que me causó tu entrada de hoy. Ni siquiera cubaencuentro refleja esa noticia, así que sólo por ti me he enterado que se fue del aire aquel personaje tan entrañable, tan raro y tan entregado a sus creencias. Mi hermano, ya sabes que fui también de Juglaresca Habana, pero conocí a Bebo en mi pre, Manolito Aguiar, desde que tenía al Joven Teatro de Marianao, una compañía medio loca también.
Te recuerdo, al retortero con nosotros en el noventipico, en el festival de clowns de Cienfuegos y en el de Calle de Sancti Spíritus. El cuento de la sábana sangrienta se volvió un clásico, que para eso el viejo se pintaba solo, para las anécdotas y para empatar un cuento con otro hasta el amanecer. Muelero como él solo, en efecto, no puedo olvidar la mano que me tendió el viejo Bebo para que pudiese armar mi grupo en una época muy difícil, en pleno período especial. Era tan abandonado que su casa por allá por Santiago de las Vegas estuvo un tiempo sin puerta. Igual se quedaba donde lo cogiera la noche, cuando no salía de madrugada porque se le había olvidado alimentar a la perra.
De verdad, mi socio, qué noticia tan triste - no inesperada porque con lo fumador empedernido que era, lo raro es que no se hubiese ido antes - sino porque Bebo fue de verdad uno de esos personajes que vivieron para el arte, (o para la enseñanza desde que fue director de la ENIA, siempre recordado con cariño por sus ex-estudiantes), uno de esos entes nobles y locos que jamás treparon por encima de nadie y que no causaron daño al más mísero de los mortales.
En paz descanse, viejito.
Sí, Kuang, me resultó injusto que Cubaencuentro no dijera nada, ni casi nadie dijera nada. Ese es el fin de los hacedores en silencio, de la gente que no arma bulla para hacer las cosas. espero que alguien le haya hecho una larga entrevista en vida, porque Bebo tenía muchas cosas que contar. era un desastre, un tipo abandonado que incluso tenía, creo, un Moskovich de los nuevos hecho trizas, detenido en el tiempo y con telarañas dentro. Las cosas materiales no estaban en su punto de mira. no sabía que el cuento de la sábana había sido pasto de tertulias, la verdad que no. yo lo recuerdo como una vergüenza, pero no dejea de ser gracioso y surrealista. Ya veo que los chinos siguen por aquí, gracias, amigo, por las traducciones. No tengo intenciones de comprar nada que me ofrecen los "narras". un abrazo.
KA: no te olvido jamás. estás dentro de mí siempre, viajando en el metro -que es todo un muestrario de la vida-, en todas las noticias que vienen de México, en muchos de los recuerdos de Cuba. siempre piendo cómo estarás, con tus retoños y tu familia en general, con todas las cosas que hay que hacer para sobrevivir sin que nos pierda la tristeza. Pero sé que tienes recursos, por eso, a veces, no digo nada. Yo también tengo innumerables recuerdos de Camagüey, ciudad llena de teatros y de hoteles pequeños. A veces quisiera dejar todo lo que tengo ahora para sentarme en un bar de las callejuelas de esa villa, y tomerme una cerveza Tínima. No solo estuve allí en muchos festivales de teatro, sino, además, en época de estudiante realicé prácticas en el periódico Adelante! -¡vaya libelo!-, escribiendo crónicas de gente sencilla que encontraba por la calle. También recuerdo a Candita Batista, una negra vedette llena de vida, y de álbumen de fotos de su época dorada. Supongo que ahora casi nadie sabe quién fue. Eso tiene Camagüey, el encanto de las calles estrechas, laberínticas, y gente con mucha cultura y arte en las venas. Caserones inmensos, donde todavía vive gente común y recogen el agua de lluvia por las canalizaciones que van a los tinajones. Una vez me discutieron dos mujeres en la entrada de un hotel. ¡Y yo nunca fui un galán! Pero siempre tuve corazón de poeta. Y eso en Camagüey es homologable. Un abrazo fuerte desde Barcelona, donde hay de todo, incluso hasta Tínima en cervecerías especializadas, pero falta el candor de una antigua villa colonial.
JI la gente que tiene recursos ya no vive aquí. Están en EU o en Canadá, mis recursos son basados en la esperanza. Fíjate que yo también pienso en ti y otras personas conocidas en este ámbito, voy a enviarte algo en esta semana. Tienes un verbo que habla como yo quisiera decir y eso me acerca. No sé en qué tiempo pero sueño, fíjate es sueño que algún día podamos hacer un Encuentro de Palabras, un grupito que me encanta para hablar de todo y de nada, sin guiones ni obligación alguna. Nada más para convocar a la amistad.
JI la gente que tiene recursos ya no vive aquí. Están en EU o en Canadá, mis recursos son basados en la esperanza. Fíjate que yo también pienso en ti y otras personas conocidas en este ámbito, voy a enviarte algo en esta semana. Tienes un verbo que habla como yo quisiera decir y eso me acerca. No sé en qué tiempo pero sueño, fíjate es sueño que algún día podamos hacer un Encuentro de Palabras, un grupito que me encanta para hablar de todo y de nada, sin guiones ni obligación alguna. Nada más para convocar a la amistad.
Qué lindo post, Yoyi! Me emocionaste y llenaste de recuerdos, aunque a Bebo no lo conocí, sólo de oídas y leídas.
Bueno, cuídate por allá, y, compadre: los chinos que tienes atrás son persistentes! Por eso la gente le teme a sus brujerías!
Por cierto, niño: qué riesgo ese de facturar la maleta con los negativos!!! Imagínate si se pierden! Se ve que, aparte de los chinos, otros espíritus a tu lado te protejen. Besitos.
Kerala: no me refería a los recursos económicos. Me refería a la fuerza interior. Ese Encuentro de Palabras ya está sucediendo, pero hay que darle más lugar.
Silvita: sí, fue una locura facturar la maleta. Ahora no lo haría jamás. Tengo esos negativos porque, como en Granma nunca había "carretes" para la cultura, me agencié una bobina de negativos del noticiero del ICAIC y la fui administrando hasta lo imposible. o sea, que esos negativos son míos. es egoísta de mi parte, lo sé.
un abrazo a las dos.
nota: quise decir "una bobina de película virgen", en el comentario anterior.
Qué buena onda trajeron hoy tus chinitos vendedores, Yoyi. Hoy no se puede uno encabronar con ellos. Más bien darles las gracias (谢谢).
Ay, qué bonito se escribe gracias en chino! Y con tantas rayitas! Se toman su trabajo para agradecer!Me encantó. Saludos, R.K.
Qué cómica tú eres, Silvita. Saludos para ti también. O sea, 你好.
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