viernes, 11 de noviembre de 2011

11-11-11



En casa nos quedamos si cupón. Estuvimos hablándolo –lo de comprarlo- desde hace unos meses, pero, como somos finalistas, fuimos postergando el numerito hasta que, esta mañana, nos enteramos de que conseguir una papeleta en toda España era algo así como Misión Imposible.
Nunca jugamos, la verdad. Y es hora de que dejemos correr la suerte toda vez que la vida, el amor, nos ha premiado materialmente con un par de mellizos de ambos sexos a los que nombramos Lucía y Marc.
La primera –que fue la segunda en salir- se llama así como homenaje a Andalucía, a la belleza femenina en general y, entre otras cosas, como guiño a la canción de Serrat que tanto nos ha inspirado a lo largo de la vida. El otro es el nexo explícito con Catalunya, una región saturada de sobresaltos políticos, sin lugar a dudas. Aunque sabemos de antemano que a Marc, hablando mal y rápido, lo llamarán Mar.
De ser así, cada vez que lo escuche en la mala dicción que habitualmente tenemos los cubanos, pensaré que lo están llamando Mediterráneo.
El pobre chiquillo. Hoy estaba de lo más contento porque su madre se iba sola con los dos a mirar por los mercadillos de Barcelona, aunque primero debieron pasar por un puesto de cupones de la Once. ¡Ilusiones perdidas!
Su padre, solo en casa por primera o segunda vez en mucho tiempo, descubrió su regalo en las “páginas” de un periódico electrónico. Aunque le pareció otra Misión Imposible lo que se anunciaba, ahí estaban las fotos. Unos castellers de la ciudad realizan su montaje desnudos. Enseguida, el padre, o sea, yo, pensó en que no es tan aburrido como parece el folclore catalán. La noticia, una vez más, vuelve a estar en el Poble Sec, el barrio donde, por cierto, nació Joan Manuel Serrat.
Pero mire usted mismo (a) el reportaje; mírelo autorizado por mí, aunque sé que de todas maneras lo va a hacer. Así compartiremos esta curiosa fecha del once del once del once que solo se vive una vez.
Con este atrevimiento al desnudo y supuestamente, aunque haya roce, sin que el material humano hubiese llegado a una situación revolucionaria, me consuelo en una mañana azul, casi invernal, desprovista de loterías.
Mis hijos y mi mujer deben estar más ocupados que yo, entre las tomas de biberones cada tres horas y la gente que no se corta ni un pelo:
-¡Ay, pero qué lindos están!

Foto de Conrad Son, tomada de La Vanguardia.

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