Acaba de morir uno de los grandes utilitarios de España en tiempos de democracia. Don Manuel Fraga Iribarne, además de sempiterno líder gallego –no pocos utilizarían, directamente, el sustantivo Cacique-, fue uno de los hombres claves de la transición en el cambio de régimen que tanto ha beneficiado a este país, pero, como todos sabemos, para que el Estado de Derecho existiera fue necesario conservar en formol al menos a un par de figuras de los viejos tiempos, además del Rey. Embalsamarlos en vida, para que cada una de las dos mitades de la sociedad se pudiera nombrar con apellidos y en activo.
Fraga estuvo de acuerdo con desempeñar este papel, aun sabiendo que podía ser señalado como ministro comprometido con Franco. (A cada rato pasan en la televisión aquella secuencia en blanco y negro donde aparece Don Manuel en bañador mostrando las playas españolas, para captar turismo). Y fue pasando el tiempo hasta que los años lo deterioraban cada vez más, pero siempre hubo un puesto en la nomenclatura oficial para él.
A sus 89, anoche su muerte puso fin a una carrera política inspiradora, desde la derecha. Fundador del partido que actualmente gobierna casi todos los ayuntamientos del país , alcanzó a ver este giro sintomático y a un contrincante –el PSOE- otra vez por los suelos, peor incluso, podríamos decir, que cuando Felipe González terminó su última legislatura.
Con 60 años en política, muchos de ellos entregados a la preparación de militantes del Partido Popular, 16 gobernando Galicia, su ausencia hoy, según los despachos de prensa, parece haber dejado en orfandad a este país. Es como si ahora no hubiera a quien echarle la culpa de una parte, porque de la otra todavía está Carrillo –muy deteriorado también- y un juez, Garzón, encartado por atreverse a pasar la barrera de contención.
Los cubanos, viendo esto, estamos obligados a tomar nota. ¿Quién quita que, para llegar a un Estado de Derecho en la isla, tengamos que tragarnos ciertas y determinadas caras como entes honorables?
Lo que nos sigue pareciendo increíble es aquella postura oportunista que nos quería obligar a que aceptáramos la amistad entre Fraga y Fidel Castro.
¿Quién quita que, como resarcimiento, la muerte de Don Manuel sea capaz de arrastrar otra muerte al otro lado del Atlántico?
En la imagen superior, Manuel Fraga, y, en segundo plano, Santiago Carrillo, líder de los comunistas. Enemigos políticos, se vieron obligados a figurar juntos en público para reforzar la idea de la democracia española. Pero también es cierto que la herida no ha cerrado completamente.
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