Suele suceder en verano, cuando las fatigas múltiples encuentran un
antídoto que reaviva el país, como el Ave Fénix, que renace de sus propias
cenizas. Y ese antídoto comenzó a suministrarse ayer por la tarde/noche incluso
con anuncios lanzados al viento: bombazos, petardos, tiros, trazas de pólvora
por todas partes en Iberia e islas, la nación cansada y a la vez en búsqueda de
un cocimiento de mejorana.
La copa de Campeones europeos, discutida anoche en Kiev, frente a unos
italianos tan ilusionados como nosotros que podemos contarlo desde la península
vecina, entrega a este país ese poquito de ánimo arrebatado por la crisis
económica y por la partida de, quizá, demasiados jóvenes hacia los confines más
insospechados del planeta para arreglarse la vida, como antaño, cosa que duele
después de haber gozado el bienestar.
Hoy iba gante por las calles con la camiseta roja (el color de la
selección nacional) y también los presentadores de televisión vistieron así, e
incluso alguno llegó a pintarse la bandera en cada moflete. No solo llegaron a
desbordarse los bares –institución grande de España-, sino las personas igual
de excedidas repartieron abrazos en las oficinas, cosa nada habitual en el
competitivo y envidioso ámbito profesional.
Se ve que estas inflexiones de buen rollo ayudan a pasar las crisis
(económicas y existenciales) y empujan un pelín más el carro del optimismo,
porque de lo contrario –ola de calor mediante- el país se hundiría mucho más
rápido de lo que auguran. Se buscaba ese paliativo y se encontró, así que esta
tarde mientras escribimos estos párrafos, las alineaciones de pueblos diversos
salen a recibir a los artífices de la buena voluntad.
Y eso bueno tiene el fútbol –entre otras cosas-: que es capaz de unir lo
que en la vida ordinaria anda suelto, dígase las diferentes autonomías, dígase
los nacionalismos con sus respectivas banderas.
Desde Catalunya, donde escribo, hoy he visto banderas españolas en los
balcones. Sea por lo que sea, parece saludable que se comparta el espacio
público.
En Cibeles, esta tarde, revientan el cielo de Madrid., y en Canaletas el
de Barcelona. El anticiclón que había se ha marchado simbólicamente para
refrescar el ambiente. Lo importante es que se ha marchado y queda la vía
expedita, para que la gente se sienta feliz aunque sea por un día.
Foto: "Aficionados celebran la victoria La Roja en la plaza de Cibeles de Madrid" de Susana Vera (Reuters) tomada de El País
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