viernes, 16 de agosto de 2013

"Cantos", el pecho apretado


Para lograr postales tan intimistas, el realizador tuvo que crear un rappor antes, o bien disponer de muchísimo tiempo 


El documental Cantos, del realizador Charlie Petersmann, anda dando vueltas por ahí luego de ganar Mención Especial en el Festival  Visions du Réel,  Suiza, de este año. No es el Buena Vista Social Club pero también habla de Cuba. Y lo hace desde una perspectiva absolutamente intimista, lo cual, como mismo retrató Fernando Pérez a esta tierra olvidada en Suite Habana, trasmite el dolor a punta de pala.
El ambiente derruido de viviendas, infraestructuras en Cuba es lugar común a estas alturas. Se ha visto incontables veces –nunca sería demasiado- a través del lente del viajero que, siendo aficionado, suele ser mucho más realista. Y como decíamos arriba, se ha visto a través del prisma de un realizador honesto como Fernando Pérez y de otro con mucho oficio y olfato como lo es Wim Wenders.
Ahora el suizo Charlie Petersmann logra meter una cámara dentro de las mismas casas           que antes se vieron, en medio de ese paisaje de postguerra, el mismo que va durando demasiado tiempo expuesto a las inclemencias del tiempo. La cámara dentro de las viviendas tiene el encanto de mostrar cómo son las personas, cómo esas almas sobreviven en medio de tanta miseria; en no pocos casos, increíblemente, con  humor.
Para lograr postales intimistas, el realizador tuvo que crear un rappor antes, o bien disponer de muchísimo tiempo para rodar “pies” de película y luego cortar hasta quedarse con 75 minutos. Sabemos que en Cuba no es difícil conseguir determinadas entrevistas de corte intimista. Un extrajero en la isla, hasta donde sabemos, es un Dios. La pregunta que uno se hace luego de comprobar –lo sabíamos de antes pero parece que olvidamos-  la absoluta miseria de esa familia que vive en una choza de algún campo intrincado de la isla, es cómo el realizador pudo poner en paz sus emociones luego de convivir allí.
Hay cuatro personajes principales (un niño de algún ambiente marginal, un señor educado de La Habana, una bloguera independiente también de la capital), pero al menos para este cronista el más impactante es el del joven que vive en la choza antes mencionada. Se trata de la generación frustrada, todavía con fuerzas y aparente salud, pero detenida en el tiempo, en la soledad.
Tal vez alguien pueda decir que a eso es a lo que muchas personas de sociedades modernas aspiran, a la pureza del aire, a la austeridad de la vida sin una gota de estrés. En tal caso, mentirían.
Nadie puede aspirar a ver pasar el tiempo frente a unos miserables cacharros de cocina y un techo de yagua que filtra la maravillosa lluvia tropical. Viendo consumirse a sus padres –hueso y tendones son, se ve claramente- con un cigarrillo interminable en la boca.
Incluso, ese personaje es apuesto, fuerte –aunque escuálido- y nadie se explica por qué tiene que sufrir la soledad.
Es un fracasado –se dice que cumplió prisión- a quien el barco, la lancha se le fue entre las manos y nunca más  volvió a intentar la emigración, o lo que es lo mismo en Cuba: el exilio.
Hay otro personaje aleatorio que  -en ese cruce de escenas utilizado por Petersmann para dar los diferentes planos físicos, o sea, el país- pasa a despedirse porque se marcha para siempre, lo único posible en la isla, salvo raras excepciones. Entonces, la cámara capta al niño llorando y diciendo que en Cuba se vive bien. Una mentira, claro, pero sabemos que los niños no mienten.
El pequeño lo que no quiere es tener que enfrentar la distancia.
La otra imagen que uno guardará para siempre es la mirada ingenua de la hija de la bloguera independiente. Esa niña, cuyo padre nunca se menciona, tiene que vivir entre conversaciones de adultos, pero no adultos cualquiera: Son disidentes, o sea, gente triste, maltratada incluso físicamente por el poder.
El poder no se ve el en documental, no hay un policía. Y tampoco haría falta mostrarlo pues sería redundante.
El poder, la opresión, está retratado en la forma de vida, en cada interior, no solo de las viviendas pobres, sino de cada uno de esos personajes que por alguna razón se han dejado fotografiar. De ese misterio tal vez arranque el éxito de la “brutal” puesta en escena. Con ella, el género del docudrama se viste de largo.
Cantos deja el pecho apretado. Tal vez sea una frase hecha pero, cuando se tienen pocas palabras, o mejor dicho, poco espacio para calificar un producto como este, la frase es perfecta.

 En la imagen superior, fotograma de Cantos
Página oficial del documental: http://www.cantos-film.ch/en/
Nota: Esta reseña se publicó originalmente en www.cubanet.org




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