jueves, 8 de agosto de 2013

Sentir el final es diferente que pensarlo



A  Jorge Luis García Pérez, más cocido como Antúnez, se le anudó la garganta ante la pregunta de una periodista, esta mañana, en la Casa Bacardí, de Miami:
-¿Qué opinión le merece el exilio cubano?
Lo más probable es que esa pregunta rondara su cabeza durante años, pero casi seguro nunca imaginó responderla a 90 millas;  o sea, en la capital propiamente dicha del exilio.
Las cosas han cambiado. Opositores salen de la isla y son recibidos como lo que son, héroes. Son los superhéroes de nosotros que nos fuimos. De carne y hueso, hablando por primera vez ante decenas de periodistas de medios fuertes interesados en su lucha, en sus proyectos, en cómo fue ese presidio político.
¿Por qué, a diferencia de nosotros, éstos eligieron hacer la oposición dentro? Hay que ser muy valientes.
Véase que los valientes también lloran. A Antúnez se le anudó la garganta –tomó aire para seguir y pidió perdón a la periodista- y a su esposa Iris Tamara Pérez, que ha sido arrastrada por las calles de Cuba, golpeada, encarcelada, que sostuvo una huelga de hambre, las lágrimas se le salían a chorros.
Una mujer del público puso sobre la mesa un paquete de pañuelos desechables.
En esas lágrimas iban comprimidos más de cincuenta años de dictadura .-la más larga del mundo todavía ejerciendo-; iban incluidos los muertos en paredón y en el Estrecho de la Florida; iban juntos todos aquellos que, en los 80, fueron vejados, apedreados, expulsados a huevazos del país que los vio nacer. Porque, según el gobierno, aquellos eran “escorias”.
¿Habría alguna “escoria” dentro del público de hoy?
Y también esas lágrimas brotaron por el largo presidio político, que retuvo  -retiene- a tantos opositores cuya lista se haría extensa para este post. El Comandante Huber Matos, viejito, delgado, enjuto, estaba sentado en primera fila. Él fue de los que cumplió  largo cautiverio, por, abiertamente, oponerse a Fidel, a ese anciano terco, déspota, que es el máximo responsable de nuestra tragedia nacional y que aún vive en la otra orilla.
Con lo sucedido hoy, me da la impresión de que estamos llegando al final. Ni siquiera pienso en eso a menudo, pero hoy lo sentí. Sentirlo es diferente.


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