viernes, 30 de agosto de 2013

Bacalao con pan



Anoche estuvo Chucho Valdés en el show nocturno de América Tevé, TN3, que conducen los carismáticos Carlos Otero y Omar Moynelo, junto a la no menos atractiva Nadia Rowinsky. La presencia de Chucho, que, en honor a  la verdad, nos tomó por sorpresa, subió el nivel del programa, tan solo por aparecer allí uno de los mejores pianistas de jazz del mundo, ganador de varios premios Grammy e hijo del ilustrísimo Bebo Valdés, fallecido en Málaga hace muy poco tiempo.
El ex director de Irakere accedió a una brevísima entrevista de Moynelo –hace unos 25 años que no nos veíamos, dijo el presentador- en la que se le escaparon suspiros al hablar de su padre, recordarlo e incluso, con lo parsimonioso que es, contar alguna anécdota. La mini entrevista se ilustró con imágenes del reencuentro entre padre e hijo en el documental Calle 54, mérito del cineasta español Fernando Trueba.
No hablaron de política, pero tampoco lo esperábamos. Todos sabemos que Chucho entra y sale del país y le interesa mantener esos vínculos.
Lo curioso es que aparezca en la tele de Miami, porque viajes privados a esta ciudad debe haber tenido muchos. Pero las cosas han cambiado. Miami tiene estos programas de entretenimiento, enfocados principalmente en el mundo cubano, en los que no se habla de política y pueden presentarse allí músicos y actores que viven en la isla.
Yo le dije a mi mujer que esto era impensable 15 años atrás.
De hecho, los propios presentadores eran eso mismo allá, y han trasladado su oficio a los platós del sur de la Florida. Es de suponer que por la amistad entre Chucho Valdés y Carlos Otero, el gran pianista haya salido en ese programa que suele llevar músicos de pésima calidad.
Sentí un poco de pudor al ver a Chucho entre esas coristas de TN3 que bailan tan mal y van semidesnudas, sin que esto último se entienda como mojigatería, sino que no cuadra bien la imagen. Menos mal que no se les ocurrió sacar a la pianista acompañante del programa que, para mi gusto, canta fatal.
Para despedir al gran jazzista, la solución que dieron, con recursos propios, fue acertada: Un tumbao de Bacalo con pan en las manos de Chucho Valdés y una banda acompañante de fondo, la que siempre está en el programa.
Algo breve y emblemático.
Ya ya está.


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