Anoche se subió a un taburete en la “bodega” de un bar, guitarra en mano y con muchos deseos de volver a ser el mismo de antes.
Bajo la presión de tres focos de una lámpara de IKEA, que le achicharraban su cabeza pelona, estuvo dos horas ahí sentado sin parar, inventándose una dramaturgia con canciones de todos los tiempos y géneros, para no aburrirnos. El público no se quejó de nada. Todo lo contrario.
Me gustaría saber en cuántos locales de Barcelona se puede encontrar a un trovador espontáneo que nos pide títulos de canciones para pasarlos por las cuerdas, títulos tan complejos armónicamente como la gran mayoría de las composiciones de Silvio Rodríguez, ese poeta tan excelso que nos puso el caramelo en la boca a todos y luego nos traicionó.
Lo importante es la obra de Silvio–la parte potable de su escritura-, la que salió anoche de un conjuro cómplice, espontáneo, pero a la vez tan nostálgico que daba pena con los cuarentones que estábamos babeados.
Pidió un whisky a mitad de camino. Se enjuagó las cuerdas vocales y encendió un habano al parecer hecho con hojas de plátano porque se le iba apagando constantemente. Nadie controlaba el tiempo, excepto, perdón, la administradora del bar. Los vecinos la tienen amenazada con cerrarle el centro cultural si se pasa de las doce de la noche. No había allí una orquesta, sino una guitarra que sonaba con la acústica del traspatio y el combustible de los cófrades que estábamos a punto de caramelo.
De Manuel Corona a Pedro Luis Ferrer. De la clave espirituana a la habanera catalana, por si acaso, parece que se lo oyó decir.
-Estamos en Barcelona, ¿no? Por cierto, ¿alguien me puede explicar cómo se leen las escrituras de las tarjetas de metro, impresas con tinta invisible?, solicitó entre whisky, tabaco y canción.
Es un actor. No caben dudas. Sabe manejar la voz y entretener a la gente.
Hasta ayer, según me había contado antes del concierto, era carpintero, un carpintero de Madrid que se ganaba la vida con sus manos como le enseñó su padre. A partir de ayer, intentará volver a ser actor, aquel histrión satírico que fue en Cuba, cuando el humor fino también estaba en cartelera. Fue uno de los seis fabulosos comediantes del grupo Sala-manca.
El concierto de anoche le sirvió para calentar la voz y probar fuerzas con el público. Hoy sube a las tablas de la pequeña urbanización de La Floresta, junto con tres antiguos compañeros del Instituto Superior de Arte que encontró por la franja mediterránea. Retoma Ciclos, el magnífico texto de Telo González que juega con el tiempo como categoría filosófica.
Estuve buscando en mi archivo personal y encontré la nota que escribí cuando se estrenó esta obra en el Teatro Nacional de Cuba. Jorge Luis González, de quien vengo hablando hace rato, quizá no se acuerde de esta página de Granma publicada el viernes 16 de agosto de 1996.
Bajo la presión de tres focos de una lámpara de IKEA, que le achicharraban su cabeza pelona, estuvo dos horas ahí sentado sin parar, inventándose una dramaturgia con canciones de todos los tiempos y géneros, para no aburrirnos. El público no se quejó de nada. Todo lo contrario.
Me gustaría saber en cuántos locales de Barcelona se puede encontrar a un trovador espontáneo que nos pide títulos de canciones para pasarlos por las cuerdas, títulos tan complejos armónicamente como la gran mayoría de las composiciones de Silvio Rodríguez, ese poeta tan excelso que nos puso el caramelo en la boca a todos y luego nos traicionó.
Lo importante es la obra de Silvio–la parte potable de su escritura-, la que salió anoche de un conjuro cómplice, espontáneo, pero a la vez tan nostálgico que daba pena con los cuarentones que estábamos babeados.
Pidió un whisky a mitad de camino. Se enjuagó las cuerdas vocales y encendió un habano al parecer hecho con hojas de plátano porque se le iba apagando constantemente. Nadie controlaba el tiempo, excepto, perdón, la administradora del bar. Los vecinos la tienen amenazada con cerrarle el centro cultural si se pasa de las doce de la noche. No había allí una orquesta, sino una guitarra que sonaba con la acústica del traspatio y el combustible de los cófrades que estábamos a punto de caramelo.
De Manuel Corona a Pedro Luis Ferrer. De la clave espirituana a la habanera catalana, por si acaso, parece que se lo oyó decir.
-Estamos en Barcelona, ¿no? Por cierto, ¿alguien me puede explicar cómo se leen las escrituras de las tarjetas de metro, impresas con tinta invisible?, solicitó entre whisky, tabaco y canción.
Es un actor. No caben dudas. Sabe manejar la voz y entretener a la gente.
Hasta ayer, según me había contado antes del concierto, era carpintero, un carpintero de Madrid que se ganaba la vida con sus manos como le enseñó su padre. A partir de ayer, intentará volver a ser actor, aquel histrión satírico que fue en Cuba, cuando el humor fino también estaba en cartelera. Fue uno de los seis fabulosos comediantes del grupo Sala-manca.
El concierto de anoche le sirvió para calentar la voz y probar fuerzas con el público. Hoy sube a las tablas de la pequeña urbanización de La Floresta, junto con tres antiguos compañeros del Instituto Superior de Arte que encontró por la franja mediterránea. Retoma Ciclos, el magnífico texto de Telo González que juega con el tiempo como categoría filosófica.
Estuve buscando en mi archivo personal y encontré la nota que escribí cuando se estrenó esta obra en el Teatro Nacional de Cuba. Jorge Luis González, de quien vengo hablando hace rato, quizá no se acuerde de esta página de Granma publicada el viernes 16 de agosto de 1996.
"Ciclos" : Sala UREF, Passeig de la Floresta, 24-26, La Floresta. (Ferrocarriles de la Generalitat, líneas de Sabadell y Tarrassa). Estreno hoy a las 22.30. Entradas a 5 euros.
4 comentarios:
Por favor, ¿pudieras publicar la critica que publicaste en su dia en granma?
Mi interes es dramaturgico...
Gracias por esta informacion
Y , como si toda esa amalgama de talento, energía y creatividad fuera poco, Jorge Luis, (algo que solo podemos disfrutar los que lo tenemos mas o menos cerca), es una de las mejores personas que existen, un tio que ama con esos mismos talento, energía y creatividad... Envidio a quienes estuvieron esa noche con él.
Gracias a Jorge Ignacio Pérez por ponernos al tanto de esta especie de renacimiento de tan excelente artista cubano.
Yunta, la le mandé aviso a Telo a través de un amigo humorista, un amigo común y que debe reenviarle el correo, de cubarte a cubarte, con copia de tu post, con foto y todo. Me da gusto también saber de toda esta gente entrañable de la época del ISA, en especial del tocayo, que también fui de los seguidores salamanqueños.
No me despido sin antes desearte muchas felicidades por el aniversario de los CDR. Espero que hayas hecho la caldosa en tu cuadra de Barcelona y que ya seas, cuando menos, el organizador del comité, o el de vigilancia. Sólo cuídate del gallego que vive en la esquina, que es tremendo chivatón y te puede joder el viaje a Alemania.
Kuang: el día de los CDR cené con mis suegros, pero no hubo caldosa, sino embutidos ibéricos, queso, vino y tortilla francesa. Gracias por enviar a Telo la reseña, él es un creador magnífico.
Gramliam, qué bueno tenerte por aquí. Sí, coincido contigo, JL es polifacético y tiene muchas energías. La emigración y la pérdida de su escenario natural no han logrado reducirlo. Es un vivo ejemplo de que las cosas, si se quieren y desean con fuerza, se pueden hacer. JL me confesó que, a partir de este proyecto llamado ábaco teatro, no hay quien lo detenga. Enhorabuena.
Publicar un comentario