martes, 13 de julio de 2010

Los sobrevivientes (VIII)



Otra vez, el astuto poder militar de la isla se sale con las suyas enviando al destierro a un grupo de presos políticos, en fecha tan significativa como la de una resaca mundial por el campeonato de fútbol.
No es casualidad. Esto está muy bien estudiado y no es la primera ocasión que ocurre. Hoy mismo, que estará llegando a España media docena de excarcelados, puedo garantizar que este país desde donde escribo tiene su mente puesta en la copa dorada y en sus ídolos jovencísimos, en lo que ha significado para los españoles obtener el título de campeones del mundo, algo así como la histeria colectiva más grande que se ha vivido en estas tierras desde que Franco murió.
¿Qué importancia podrá tener hoy en la prensa ibérica un grupo de hombres condenados injustamente por pensar y manifestarse a rostro descubierto, que han sido utilizados como objeto de cambio y cuyos años en prisión sólo han servido para aumentar el dolor de ellos mismos y de sus familiares?
Lo más triste del caso es que el gobierno español, representado por un mediador, el tristemente célebre Miguel Ángel Moratinos, sabe a ciencia cierta que Cuba vive la peor de sus crisis económicas y sociales, que está desabastecida totalmente y que la mayoría de los empresarios extranjeros que mal funcionaban en la isla se han marchado de allí por falta de liquidez, porque el gobierno cubano no les paga, ni les pagará, sus operaciones de mercado. Pero el ejecutivo español hace de la vista gorda y entra en el juego político de la excarcelación para apuntarse un tanto en la Comunidad Europea, algo que, desgraciadamente, será pan para hoy y hambre para mañana.
Aunque estamos hablando de dos estados sin escrúpulos en este caso, hoy, sin embargo, es un día alegre para los prisioneros, porque dejarán de vivir en una celda lúgubre y podrán caminar por las calles de España sin que nadie les pregunte adónde van. Eso sí, todavía no hay nada seguro de que puedan regresar a su país, que es el mío y el de toda una nación de alrededor de 15 millones de personas que esperamos el cambio definitivo en ambas orillas.
En lo particular, me alegro enormemente por los prisioneros políticos, pero estoy convencido de que se trata de una estrategia de la familia Castro para ganar tiempo. Ninguno de los pasos que dan estos deplorables hermanos van lanzados al aire. Llevan muchos años tejiendo la discordia en todos los niveles humanos posibles como para no añorar morir en sus oscuros palacios.
Acabo de regresar de La Habana y lo que más vi fue gente sentada frente al televisor entretenida con el fútbol, en horario laboral. Allí no existe producción alguna y para próximos días el gobierno anunciará una eliminación de cientos de miles de puestos de trabajo, lo que se suma a un aumento de la edad de jubilación para hombres a los 65 años. Un contrasentido más, sin lugar a dudas.
Muchos de los jóvenes se dedican a buscar como sea esa extraña moneda equiparada al dólar (casi al euro, pues la cambié en estos días a 1.08) y que todo el mundo sabe que es ficticia, pues las pocas cosas que se pueden comprar con el denominado CUC ya están pagadas de antemano.
Me pregunto una y mil veces, diez años después de marcharme de allí, qué se puede esperar de un gobierno que vende a la población productos alimenticios norteamericanos –muy caros, por cierto- cuando engaña al mundo diciendo que está bloqueado; un gobierno que hasta hace poco fue cruel persiguiendo a los homosexuales y ahora hace un festín liberal vendiendo condones en las desoladas cafeterías de la ciudad.
Hace mucho tiempo le perdí el respeto a esa familia instalada en el poder.
Me alegro enormemente de que estos rehenes que llegan puedan encaminar sus vidas de alguna manera y espero que el estado cubano mantenga la palabra de liberar, en meses venideros, a todos los restantes prisioneros de conciencia.

(Continuará…)

Foto del autor
Unos jóvenes juegan al fútbol en las inmediaciones del palacio de gobierno.


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