sábado, 23 de abril de 2011

Dos caras de Sant Jordi



La vida –yo no- quiso que viniera a parar a una tierra donde un día como hoy todos, o casi todos, se acuerdan de mí. Cada año recibo varios SMS –mensajes cortos- el 23 de abril, y cada año me asusto más pensando en la irreversibilidad del tiempo.
Fue mi padre –quien hoy cumpliría 67 años- quien me nombró Jorge, utilizando de soslayo su segundo patronímico –Roberto sería el primero-, en total concordancia con esa costumbre latinoamericana de emplear los nombres compuestos, costumbre arrastrada hasta los culebrones o folletines televisivos. Según su origen en griego, Jorge es un varón noble que viene del campo, atormentado, diría yo, con tantas cosas nuevas que hay que hacer en las grandes ciudades del mundo. Barcelona, pues, me recibió de costado pero poco a poco he ido encarando ese perfil hasta comprender el alma de los catalanes, un alma también campesina, aunque muchas veces nos equivoquemos identificando primero al burgués.
No tuve tiempo de explicarle a mi padre cómo entronco yo en este ambiente de extrema corrección, un mundo que, como se ha visto, celebra su fiesta principal en torno a los libros, a la lectura o a la propuesta de ella. Hoy aquí es como si fuera San Valentín; un día limpio en el que las sonrisas dan vueltas por las calles buscando las flores que venden carísimas los gitanos, flores para Ella y libros para Él. Aunque se puede alterar la fórmula, faltaría más. Pero sí, es un ambiente comercial noble; nada mejor que vender libros y que la gente los compre. Casi veinte millones de euros, según la prensa local, esperaba recaudar el gremio de libreros de Catalunya. Toda una proeza en tiempos de crisis económica mundial.
En la localidad de Badalona, donde celebré mi santo otorgado –tuve mi investidura en el Sant Jordi de 2002- había libreros y floristas a lo largo de la preciosa Carrer del Mar. Puestos ensamblados con temor a la lluvia que nunca cayó. Ahí estaban, desde los clásicos autores, hasta los más tremebundos politiqueros que todavía hoy se anuncian como algo bueno. ¡Increíble un Fidel Castro –La Historia me absolverá- sobre la mesa de ventas de Esquerra Republicana de Catalunya! Todo un héroe cuando en realidad se trata de un tirano.
A veces, mirando hacia los expositores, surge el golpe de tristeza capaz de ensombrecer una fiesta que me he ganado a pulso. Pero así es la democracia, donde, por suerte, vivo.

Foto del autor
Victoria es hoy una bella vendedora de flores y libros. Su misión era recaudar fondos benéficos para una asociación de niños con discapacidad intelectual.

No hay comentarios: