viernes, 23 de diciembre de 2011

El Almendro



Todavía no me lo creo cuando, por casualidad, buscando cualquier cosa, encuentro en un cajón mi pasaporte español. No deja de sorprenderme. ¿Será que no está dentro de mí? Pero hay algo mucho más duro: Me pregunto por qué luché tanto por tenerlo.
Echo la vista atrás, sentado aquí donde siempre, frente al ordenador, y me veo en aquel frío invierno de finales de 2001, poco después de caer las Torres Gemelas. Tomé un avión por aquellos días con mucho miedo y terminé en Barcelona, un lugar donde el 11 de septiembre celebran una derrota histórica. Me veo comenzando una nueva vida, poniéndome un abrigo usado, caminando con el corazón helado por el Passeig de Gràcia, quedando en el Zurich con una actriz cubana que no he vuelto a ver. Me dijo que era encargada de un restaurante. Yo pensé que eso era poca cosa, que no se lo merecía. Con el tiempo supe que era un gran trabajo. A veces pienso en pasar a celebrárselo y no lo hago nunca. Me escapo por otras calles.
Aquella vez, ella me alertó de que me asombraría mucho sentir frío con el sol afuera. Ha sido así, una cosa rara que todavía me sorprende. ¿Será que no está dentro de mí?
Me veo en los primeros tiempos, sentado frente al televisor, llorando con el anuncio de El Almendro, los turrones de navidad. El reencuentro definitivo de la familia, en mi caso, nunca tuvo lugar. Todavía siguen poniendo el anuncio a finales de año. Ya no me interesa volver a Cuba, ahora que, posiblemente, nos despenalicen a todos los que nos marchamos y tal vez nos dejen entrar con un pasaporte de un segundo país, sin tener que pagar nada. Igual pasó con las viviendas de los que nos fuimos. Las despenalizaron. Para mí ha sido demasiado tarde. ¿Será que no está dentro de mí el nexo físico y definitivo con mi país?
Hoy me encontré por la calle, casualmente, con Papá Noel. Estaba yo con mis hijos recién nacidos que, por cierto, son gemelos. Estábamos en un parque esperando a alguien y una multitud de padres con sus hijos comenzaron a rodearnos. Mi mujer y yo pensamos escapar, pero al final, sin darnos cuenta, nos fuimos quedando en la concentración. Celebraban algo en un colegio. Para mí, la navidad continúa siendo un tema exótico. Apareció Papá Noel en un choche descapotable y se acercó a solicitar nuestras cartas. El pobre, no se daba cuenta de que los nuestros eran niños de brazos. Me miró y supuso que yo no debía estar aquí, como consecuencia de una mirada lejana.
Debía estar pensando yo en el cuento del turrón, donde la mesa está servida y hasta el perro de la casa espera a los ausentes, que, por cierto, llegan.

Foto del autor
Esta mañana, en las calles de Barcelona.

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