miércoles, 1 de febrero de 2012

Metáfora del desplome


Mi mujer me preguntó por qué en Cuba no derrumban los edificios en peligro de desplome. Lo primero que se me ocurrió fue decirle que allá no existen empresas que se dediquen a eso, como las catalanas que vemos a menudo anunciándose en vallas y ejecuciones mismas: Enderrocs.
La verdad es que no sé bien si existen. Mi mujer me puso a pensar. Nunca he visto en la isla un cartel que rece Demoliciones S.A. Sería como reconocer que habrá un cambio de sistema y que, en breve, los solares yermos pasarán a formar parte del suelo o de los cimientos de una nueva era, en la que la ciudad, luego de caerse a pedazos, quedó sin personalidad histórica pero con un brío espectacular y adaptada a los nuevos tiempos.
Lo más que he visto hacer ante una inminente caída natural por abandono es el apuntalamiento, generalmente con unos gruesos maderos de pino que no resistirían demasiados años de humedad en un clima subtropical. Y un aviso, a la gente que quede dentro, para que abandone el lugar. No se precinta el inmueble con tiras timbradas de la policía. El problema de la vivienda en la población es tan alarmante que tal parece que el orden judicial no actúa para no dejar a los pobres sin techo. Que luego les va encima, como acaba de suceder en estos días: Cuatro derrumbes en menos de un mes. Con gente adentro.
¿Será posible que esto suceda cuando llueve sin parar, como en Macondo?
La metáfora del desplome en cadena de varios edificios del municipio Centro Habana –uno de ellos era un legendario coliseo donde cantó Caruso y estaba abandonado desde hace 40 años- parece avisarnos de cómo se vendrá abajo el régimen militar: De repente, después de una tormenta de cosas en la que volarán desde palabras hasta muebles de oficinas, y automóviles viejos, por supuesto. Por contagio, porque ya no se sostiene, producto de una larga enfermedad.
La manera de anunciar las cosas en Cuba –he pensado en decirle a mi mujer- es ésta, desgraciadamente; el derrumbe a destiempo y sin avisar; con sus daños colaterales, sus víctimas inocentes, no implicadas directamente, los persistentes en mejorar la vida colocando una planta y su tiesto en el borde de una cornisa que se va a caer, como hacía el inquilino del Teatro Campoamor.
Todavía no he podido leer en ningún sitio si está vivo o fue aplastado por los muros de hormigón; hay un muerto, reportaron simplemente, pero no queda claro si fue un transeúnte. El morador era un filósofo de la vida y de la calle que en sus ratos libres practicaba artes marciales.
Esa misma noche de la pregunta, invité a mi mujer a ver el documental Habana: el arte nuevo de hacer ruinas, de los documentalistas alemanes Florian Borchmeyer y Matthias Hentschler, un filme desolador que deja ver el paisaje de postguerra de la capital, aun cuando allí nunca ocurrió una contienda bélica. Son el paso del tiempo y el abandono total del Estado los dos factores principales que hacen posible la pérdida de la arquitectura, sin duda uno de los indicadores por los que se mide la riqueza de un país. Tendrían que precintar media ciudad. Es como si en Barcelona precintaran el distrito del Eixample, construido en los mismos años en que se levantaron los fabulosos edificios habaneros.

Foto tomada de Cubaencuentro.
Teatro Campoamor de La Habana. Solo queda la fachada. El interior es ahora un vacío. El coliseo se llamaba igual al de Oviedo, donde se entregan los Premios Príncipe de Asturias.

2 comentarios:

entierrafirme dijo...

Tengo la impresión que demoler es carísimo, pues recuerdo que cuando el terremoto acá, ese era uno de lo grandes problemas. Qué pena por la gente, que aún en esas ruinas tenían una guarida y por supuesto, por los que murieron en ellas. Y qué pena también por todo el patrimonio que se pierde.
Tomaré como recomendación el documental que vieron. Un abrazo

Jorge Ignacio dijo...

Gracias, Charlene.Sí, demoler es carísimo, pero más caro es el accidente con víctimas mortales, no solo de los moradores, pobres, irresponsables, sino de los que pasen andando. Existen sistemas modernos de demilición con dinamita controlada...luego habría que escombrear. El gobierno cubano se gasta el dinero en otras cosas, obviamente.
Te gustará el documental. tiene un guión fabuloso, pero es durillo y triste. Abrazos de padres colegas.