Según sondeo muy particular de estos días, cientos (tal vez miles) de jóvenes españoles preparan las maletas para buscarse la vida en otro país. Alemania – potencia histórica- vuelve a ser un derrotero, esta vez señalado en un mapa de ingenierías. La marca SEAT, en Catalunya, que lleva motor alemán, ya no absorbe tanto obrero como antes; y tampoco el grupo Volswagen se deja tentar, como era costumbre, por increíbles arreglos con la Generalitat (gobierno local), arreglos que en definitiva pagábamos todos.
Corren otros tiempos: Ya SEAT no es la empresa insignia
española donde los trabajadores soñaban retirarse.
Ahora es preciso mirar de nuevo hacia afuera, incluso volver a mirar hacia América. Brasil, por ejemplo, ante una eventual avalancha de españoles, está endureciendo las condiciones para ingresar legalmente, como mismo hizo España con los latinoamericanos en esta última década. Obtener una green card en Estados Unidos es bastante difícil, pero también esta dirección está circulado en las cartas de navegación españolas. Ingresando allí en principio de vacaciones, luego se trataría de buscar un contrato de trabajo in situ que permita regularizarse aunque con trámites engorrosos y costosos. Nada más parecido a lo que sucedió en esta tierra desde donde escribo, adonde llegué sin papeles y sin ellos permanecí ilegal por casi un lustro.
Lo sorprendente de este giro es lo pronto que se ha producido. Los primeros años 2000 parecían prósperos, pero, ya se ha dicho: parecían.
Al menos este que escribe tuvo la suerte de no endeudarse hasta la coronilla, ¿pero cuántos latinoamericanos hay en España que no liquidarán hipotecas en lo que les queda de vida?
Son muchos.
Mientras se arregla el potaje, el que puede asume la partida, para ganar tiempo, y es una pena. Con su gran característica de ser un país de países, España deja un gustillo rico en su variada gastronomía, en su paisajística impresionante, en la tranquilidad ciudadana que muchos hemos tenido la suerte de disfrutar sin que nos tocaran un pelo, guardando lo imprescindible en el banco y cumpliendo las leyes que, en general, son bastante benévolas. Y también esperando las fiestas mayores y las menores, de pueblos y ciudades. Porque aquí se celebra todo, aunque es posible que, como se presentan las cosas, hasta las tradiciones mermen.
El Estado de Bienestar –tan exaltado por los políticos- será dentro de poco tiempo un recuerdo si el consumo continúa estrechando. Fui vendedor de electrodomésticos y vendí mucho para una gran empresa que ha cerrado. Ahora las persianas están bajadas y es muy posible que las tiendas sean ocupadas por chinos, que vienen comprando todo “a tocateja”.
En un futuro no muy lejano, los chinos serán los empleadores de los españoles, de los que queden en tierra ibérica. Y es posible que los asiáticos hasta se hagan con las fiestas patronales –por detrás del telón, es igual-, teniendo en cuenta que no pocos negocios de comida tradicional ya los regentan ellos, ofreciendo tapas, vinos y embutidos.
En fin, una marca está a punto de perderse y el Rey Juan Carlos quiere rescatarla en los mismos surtidores del oro. Habría que ver si Latinoamérica está en condiciones de morder el anzuelo una vez más. Porque el otro postor -el gran imperio de oriente- ya se está instalando.
Ahora es preciso mirar de nuevo hacia afuera, incluso volver a mirar hacia América. Brasil, por ejemplo, ante una eventual avalancha de españoles, está endureciendo las condiciones para ingresar legalmente, como mismo hizo España con los latinoamericanos en esta última década. Obtener una green card en Estados Unidos es bastante difícil, pero también esta dirección está circulado en las cartas de navegación españolas. Ingresando allí en principio de vacaciones, luego se trataría de buscar un contrato de trabajo in situ que permita regularizarse aunque con trámites engorrosos y costosos. Nada más parecido a lo que sucedió en esta tierra desde donde escribo, adonde llegué sin papeles y sin ellos permanecí ilegal por casi un lustro.
Lo sorprendente de este giro es lo pronto que se ha producido. Los primeros años 2000 parecían prósperos, pero, ya se ha dicho: parecían.
Al menos este que escribe tuvo la suerte de no endeudarse hasta la coronilla, ¿pero cuántos latinoamericanos hay en España que no liquidarán hipotecas en lo que les queda de vida?
Son muchos.
Mientras se arregla el potaje, el que puede asume la partida, para ganar tiempo, y es una pena. Con su gran característica de ser un país de países, España deja un gustillo rico en su variada gastronomía, en su paisajística impresionante, en la tranquilidad ciudadana que muchos hemos tenido la suerte de disfrutar sin que nos tocaran un pelo, guardando lo imprescindible en el banco y cumpliendo las leyes que, en general, son bastante benévolas. Y también esperando las fiestas mayores y las menores, de pueblos y ciudades. Porque aquí se celebra todo, aunque es posible que, como se presentan las cosas, hasta las tradiciones mermen.
El Estado de Bienestar –tan exaltado por los políticos- será dentro de poco tiempo un recuerdo si el consumo continúa estrechando. Fui vendedor de electrodomésticos y vendí mucho para una gran empresa que ha cerrado. Ahora las persianas están bajadas y es muy posible que las tiendas sean ocupadas por chinos, que vienen comprando todo “a tocateja”.
En un futuro no muy lejano, los chinos serán los empleadores de los españoles, de los que queden en tierra ibérica. Y es posible que los asiáticos hasta se hagan con las fiestas patronales –por detrás del telón, es igual-, teniendo en cuenta que no pocos negocios de comida tradicional ya los regentan ellos, ofreciendo tapas, vinos y embutidos.
En fin, una marca está a punto de perderse y el Rey Juan Carlos quiere rescatarla en los mismos surtidores del oro. Habría que ver si Latinoamérica está en condiciones de morder el anzuelo una vez más. Porque el otro postor -el gran imperio de oriente- ya se está instalando.
En la imagen superior:
Publicidad para
celebrar la verbena de San Juan, hallada hoy en mi apartado de correos. Venta
de cohetes y petardos (una de las tradiciones más peligrosas de España), que
este año utiliza el “buzoneo” como técnica de mercado.
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