Estoy tan indignado ante
el artículo que escribió Elena Sevillano en El País que necesité pensar en
cosas eróticas para despejar el tema; al fin y al cabo, el erotismo parece ser
lo único inocuo y mundano que nunca falla.
Ni siquiera jugando con
mis hijos me tranquilicé. Todo lo contrario, me dio por pensar que ellos podían
haber nacido en Cuba si la barbarie aquella que dieron en llamar Período
Especial no hubiera sucedido. Lo digo porque, con falta de libertades individuales
y todo, hasta la debacle de los 90 no pensé en emigrar. Quiero decir, en
exiliarme.
Decir que el Período
Especial fue al final beneficioso para la salud es, cuanto menos, un acto de
mediocridad. Que lo digan investigadores de la medicina que usan datos
suministrados por la dictadura no me molesta tanto. Ya eso me resbala. Pero
que lo diga un medio de prensa, el más leído medio español en Latinoamérica, la
verdad tiene tela, o mala leche, ya ni sé.
¿Se burlan de alguien?
¿Se mofan de los cubanos que, tanto dentro como fuera de la isla no
superaremos jamás el trauma nacional, el de la escasez, la hambruna, la
pastilla de jabón que debía durar más de un mes? ¿Humillan a los que comimos
col hervida –sin aliño-, cáscara de toronja y picadillo de vísceras en el mejor
de los casos?
Ya no quiero hablar de
la bicicleta, que casi nos mata primero que el hambre. No quiero hablar en
extenso de una bronca con esa que está en la foto por una pastilla de jabón,
porque se me gastaba entre las manos. No quisiera recordar que cuando nos
casamos, en el 92, los vecinos “confeccionaron” un cake recopilando huevos, que
me encajaron un traje prestado en ese cuerpo famélico que ven, lleno de
amarguras y envejecimiento precoz –con 47 años me veo mejor que con 21-, ni
quisiera evocar que en La Habana no tuvimos hotel y sí un viaje de mil 200 kilómetros
amarrados a la barandilla de un camión, hasta Guantánamo, para que la familia
de ella me conociera después de casados, porque antes fue imposible.
En fin, no quisiera pero
me sale el recuerdo ante la poca profesionalidad de una periodista que hace
borrón y cuenta nueva.
En efecto, mermó la
diabetes pero no el infarto del miocardio. No solo la obesidad ataca al
corazón. También el estrés provocado por la impotencia de no tener qué comer.
En efecto, perdimos
peso, pero no por hacer deporte, sino por una brutal recesión que dejó cientos
de miles de personas con secuelas irreversibles de neuropatía por falta de
vitaminas.
Para ti, Elena
Sevillano, todos mis recuerdos. Somos colegas.
2 comentarios:
así se hace, Jorge
Deberías escribir un articulo acerca de los españoles que se volvieron católicos devotos gracias a Franco... Seguro les gustaría. Hijoputas que son los rojos estos, ignorantes e inconsecuentes...
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