Al poseer varias salidas viables, un grande de la música como lo es Chucho Valdés en su día dejó su histórica banda, Irakere, y se acorazó con un pequeño formato al uso, un quintet. Atrás quedaron los compases vertiginosos del latin jazz mezclado con el sabor cubano en particular, y con el afro ancestral desde su big band escuela. Al dejar aquella aventura que duró muchos años, todos nos preguntamos si Chucho no estaría en forma como para renunciar a algo tan rico. El sonido de una cuerda de metales haciendo juego a pequeñas letras urbanas y sociales (Bacalao con pan) era algo que promovía la envidia. Suponemos que dirigir una orquesta tan inmensa en todos los sentidos fue una obra maestra. El tiempo ha pasado y sus alumnos se han convertido en estrellas de la plataforma musical del mundo. Algunos se quedaron a pie de atril en Cuba, reformándose al compás de las épocas de la música allí, y otros se marcharon a hacer lo suyo, previa acreditación o consignación de la fuente. Chucho anda ahora con músicos jóvenes y medio tiempo, escogidos, eso sí, con absoluta selectividad. Hay mucha gente esperando por ese casting, pues en Cuba no faltan los instrumentistas de academia medio locos y excelentísimos.
Hasta que el gran Chucho se dio cuenta de que el tiempo, además de implacable, es irreversible, y le quedaban cabos sueltos en la vida. Llamó a su padre, o su padre lo llamó a él, da igual. Sumó a su hermana Mayra Caridad, la voz potente y también gritona del ambiente afro, una especie de show woman poco graciosa, la verdad, y, batiendo la misma sangre, ahora se mueven cómodos por el mundo. En esta ciudad aparecieron ayer domingo, ofreciendo una función extra dentro del festival El Grec, pues la actuación original ocurrirá hoy si las empresas competentes arreglan el fluido eléctrico en Barcelona. (En el momento de escribir estas líneas, llevamos casi seis horas sin luz en el 70 por ciento de la ciudad).
Con todo el cariño que nos inspira la personalidad de Bebo Valdés, uno de los viejucos más dulces de la escena cubana de todos los tiempos, no se puede eludir una verdad, y es que él ya no está para estos trajines. Los que fuimos a verlo al lado de sus hijos nos sentimos decepcionados, porque nos vendieron gato por liebre. El gran peso del espectáculo lo tuvieron Chucho y su banda, haciendo tiempo para cumplimentar el “metraje”, porque el venerable Bebo no salió si no hasta el final, tocó con su hijo tres o cuatro piezas y cayó el telón. Ya lo habíamos visto aquí en el Palau de la Música junto al bajista Javier Colina en un muy íntimo programa, y percibimos que Bebo perdía brillo, agilidad, memoria. Un anciano es un pilar, sin dudas, donde descansa una historia; pero no nos dejemos engañar: que los organizadores de estos conciertos indiquen bien de qué se trata, e iremos con muchísimo gusto, pero bien informados.
Después de que Fernando Trueba los juntara por primera vez en público en un documental, de que Bebo volviera a lucirse ante millones de gente en el proyecto discográfico Lágrimas negras, no podemos seguir pagando una entrada tan cara para que el padre de los Valdés salga media hora antes de acabarse el programa y vuelva a hacer junto a su hijo un mano a mano de Té para dos, un tema discreto pero que “da la letra”. Lo mejor de la noche, sumando el propio ambiente acogedor del anfiteatro donde actuaron –la fantástica gruta que es el Teatro Grec-, fue un solo de batería de Juan Carlos Rojas.
Amén de sentirnos engañados con un espectáculo exento de un extra de entrega, recemos porque sus retoños cuiden al gran Bebo de los largos viajes en avión y andanzas por carreteras. Él ya dio muestras de valentía al manifestarse abiertamente contrario al gobierno de La Habana. También al marcharse de su país, siendo aún joven, y comenzar una nueva vida en un Estocolmo tan frío y con tan poca luz solar.
Ya vivimos el culebrón sensiblero –y oportunista- que hicieron con Compay Segundo. No nos gustaría pensar que Cuba es un interminable surtidor de figuras “comercializables”, el banco de legendarios talentazos que entronca perfectamente con el boom de la onda retro.
Hasta que el gran Chucho se dio cuenta de que el tiempo, además de implacable, es irreversible, y le quedaban cabos sueltos en la vida. Llamó a su padre, o su padre lo llamó a él, da igual. Sumó a su hermana Mayra Caridad, la voz potente y también gritona del ambiente afro, una especie de show woman poco graciosa, la verdad, y, batiendo la misma sangre, ahora se mueven cómodos por el mundo. En esta ciudad aparecieron ayer domingo, ofreciendo una función extra dentro del festival El Grec, pues la actuación original ocurrirá hoy si las empresas competentes arreglan el fluido eléctrico en Barcelona. (En el momento de escribir estas líneas, llevamos casi seis horas sin luz en el 70 por ciento de la ciudad).
Con todo el cariño que nos inspira la personalidad de Bebo Valdés, uno de los viejucos más dulces de la escena cubana de todos los tiempos, no se puede eludir una verdad, y es que él ya no está para estos trajines. Los que fuimos a verlo al lado de sus hijos nos sentimos decepcionados, porque nos vendieron gato por liebre. El gran peso del espectáculo lo tuvieron Chucho y su banda, haciendo tiempo para cumplimentar el “metraje”, porque el venerable Bebo no salió si no hasta el final, tocó con su hijo tres o cuatro piezas y cayó el telón. Ya lo habíamos visto aquí en el Palau de la Música junto al bajista Javier Colina en un muy íntimo programa, y percibimos que Bebo perdía brillo, agilidad, memoria. Un anciano es un pilar, sin dudas, donde descansa una historia; pero no nos dejemos engañar: que los organizadores de estos conciertos indiquen bien de qué se trata, e iremos con muchísimo gusto, pero bien informados.
Después de que Fernando Trueba los juntara por primera vez en público en un documental, de que Bebo volviera a lucirse ante millones de gente en el proyecto discográfico Lágrimas negras, no podemos seguir pagando una entrada tan cara para que el padre de los Valdés salga media hora antes de acabarse el programa y vuelva a hacer junto a su hijo un mano a mano de Té para dos, un tema discreto pero que “da la letra”. Lo mejor de la noche, sumando el propio ambiente acogedor del anfiteatro donde actuaron –la fantástica gruta que es el Teatro Grec-, fue un solo de batería de Juan Carlos Rojas.
Amén de sentirnos engañados con un espectáculo exento de un extra de entrega, recemos porque sus retoños cuiden al gran Bebo de los largos viajes en avión y andanzas por carreteras. Él ya dio muestras de valentía al manifestarse abiertamente contrario al gobierno de La Habana. También al marcharse de su país, siendo aún joven, y comenzar una nueva vida en un Estocolmo tan frío y con tan poca luz solar.
Ya vivimos el culebrón sensiblero –y oportunista- que hicieron con Compay Segundo. No nos gustaría pensar que Cuba es un interminable surtidor de figuras “comercializables”, el banco de legendarios talentazos que entronca perfectamente con el boom de la onda retro.
Verano 2007
2 comentarios:
veo que el concierto del domingo y del lunes, no fueron muy diferentes, y ademas de ello coincido del todo en la sensacion que el concierto emanó.Un Chuco que dando muestra de su calidad, no la quiso extenderse, ofreciendo
Demasiado show, poca musica, y poco Bebo.
Me faltaba confirmar si el concierto del lunes existió. No he visto noticias por ningún lugar.Ahora me entero contigo. Gracias, Sagar, por todo. Un abrazo.
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