miércoles, 5 de agosto de 2009

Prestaciones



Hace unos pocos días, pasé por La Mina a bordo de un tranvía muy moderno que han puesto para enlazar Barcelona con Badalona, sobrevolando el río Besòs. Me pregunté qué pasaría si asaltaran el tren, un transporte eléctrico con amplios ventanales panorámicos, acondicionador de aire, asientos acolchonados, espacio para las bicicletas, para los cochecitos de los bebés, pantallas digitales informativas y sonidos acústicos que avisan al viajero de la próxima estación.
El trayecto fue absolutamente tranquilo, hasta que recordé que en uno de los edificios horribles de La Mina vivía Néstor, por lo menos allí regresó cuando le pedí que se marchara de mi casa. Han transcurrido unos cuatro años y no lo he vuelto a ver. O sí, miento, me lo encontré en la calle una vez y trató de reconciliarse conmigo, dándome un manotazo en la espalda a traición, supuestamente divertido para él, pero a mí no me hizo gracia.
-¿Qué bolá?- preguntó.
-Ah, bien-respondí a secas y giré el rostro.
Néstor siguió su camino.
Las prestaciones de la memoria, esos registros involuntarios que se archivan en un rincón del alma, suponiendo que el alma esté allí, me devolvía los tristes días de invierno en los que Néstor pasó por mi vida. “Ahora tendrá por lo menos este maravilloso tranvía”, pensé mientras el convoy se desplazaba silencioso enroscando su cola, y desenroscándola, por las calles populacheras de La Mina. Tendederas de verano, con la ropa interior, los shorts y las chancletas bailando en la cuerda floja.
La vida tiene sus cosas. Ahora Néstor, de estar ahí metido, sería uno más, un emigrante medio integrado que va al supermercado una vez a la semana, un pasajero de ese maravilloso ferrocarril que parece va a extender unas enormes alas y sobrevolará el litoral para luego perderse hacia el norte haciendo el dibujo de los Pirineos.
En ese tren, Néstor estará a salvo del agobiante calor, de los pensamientos cotidianos que queman las ansias de salir adelante, pero no estará a salvo de las prestaciones de la memoria histórica. Él fue uno de los que, en La Habana, reprimió la manifestación popular ocurrida hace quince años un día como hoy, en el Malecón. Al menos así me lo contó. Fue con las brigadas del Contingente Blas Roca Calderío, fuerzas paramilitares. Hace cuatro años se me pusieron los pelos de punta al darme cuenta de que tenía en mi apartamento de Barcelona a un tipo así. Pero ahora, más relajado, pienso que ese episodio lo acompañará como una carga pesada, en la playa estirado bajo una sombrilla o simplemente en los confortables asientos del tranvía.


Nota:
El paso de Néstor por mi vida forma parte de un capítulo del libro de memorias
Pasajeros en Tránsito. El fragmento puede leerse aquí.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

La emigracion cubana esta llena de muchos "Nestor" y creo que perdonar o al menos comprenderles y comprendernos es lo mas sensato.Creo que todos de alguna manera en algun momento hemos sido "Nestor",a veces por equivocada conviccion,otras por cobardia o quizas por oportunismo egoista.La doble moral de la sociedsd cubana muchas veces ha sido el unico camino para la supervivencia,aunque a veces nos avergoncemos por eso.No me siento nada orgulloso e la forma en que veia nuestra realidad hace 10 años,pero tampoco creo que nos debamos autoflagelar mentalmente por eso.Hemos sido "usados" y de algun modo muchas veces nos hemos dejado usar.
Hoy miro atras con tristeza al ver como mi generacion, que hoy sobrepasa los 40 años, nos empeñamos en soñar y muchas veces no vimos la pesadilla....o cerramos los ojos para no verla.
Tambien es inmoral la postura de muchos que lardeam de disidencia desde sus comodas madrigueras "fuera del caiman".Asumamos de una vez que nuestro drama:una generacion perdida por el inmovilismo,que alardeo de revolucion y que muchos terminaremos encerrados en nuestro individualismo pequeño burgues o en nuestras frustacionnes intelectuales utopicas.
Por mi parte me aborrece el tener que tratar este tema en algun encuentro con "compatriotas".Mi sentimiento de culpa me obliga a olvidar a toda costa.
Un saludo ROBERTO

Jorge Ignacio dijo...

Roberto: me alegra mucho que hayas regresado. Te echaba de menos por aquí. Debo celebrar tu utilización del plural de modestia. Eso es algo que no veo a menudo en los ambientes cubanos, y mucho menos en los blogs. Estoy enteramente de acuerdo contigo en todo lo que señalas en tu comentario; solo quiero añadir que a Néstor no lo saqué de mi casa por haber participado en la represión, sino por mal educado y poco agradecido. Eso creo que se podrá ver en el texto vinculado a este post. Me parece oportuno alcararlo para no sacar de contexto la situación. Bienvenido siempre, Roberto.Estuve en Madrid y no te pude localizar. Recuerda siempre que puedes ponerte en contacto conmigo utilizando el mail que aparece en este blog. Saludos

Jorge Ignacio dijo...

uy, Roberto, se me escapó otra precisión. Son tres generaciones afectadas, casi cuatro, porque estamos hablando de cincuenta años de castrismo. ¡Ojalá hubiera sido un sola generación! Mi padre murió frustado porque lo dejó todo por la mal llamada revolución y ésta solo hizo quitarle cosas, comenzando por su fe católica. (que no llegó a arrebatársela, claro).

Rodrigo Kuang dijo...

Hermano, yo mismo a veces me pregunto qué me llevó a tirar huevos y a repudiar a la "escoria" en el año 80. Era un niño con la mente bien filtrada, hijo de militares (buena gente, no represores, pero igual instruídos en el fidelismo), y aún no sé con certeza qué fue lo que, aún a pesar de la "familia integrada", me llevó luego a disentir de mi gobierno, no de manera militante pero sí de la forma cauta conque muchos hemos sobrevivido en la isla de Cuba. Creo que fue la propia crisis que me sacó la venda de los ojos, el hecho de ver que el universo socialista no era tan íntegro como nos habían hecho creer. Sí, yo estuve en los mitines de repudio cuando la Embajada del Perú (que estaba muy cerca de mi casa) y el Mariel, tiré huevos a casas y me porté como un chiquillo nazi, pero creo que lo hacía porque aquellos "apátridas" eran pintados como una minoría de traidores, y me arrastraron las hordas justicieras de la revolución, una mayoría en ese entonces. No me imagino como alguien hubiese podido no darse cuenta de que aquellos del malecón (ya en el 94 y con la imagen de Fidel Castro haciéndose trizas), no eran sino el pueblo mismo, la gente aburrida del hambre y los apagones, y que los que se ponían del lado de la cabilla tenían que ser, por fuerza, policías, represores o hijos de puta.
Puedo disculpar a mi alter ego infantil tirando huevos, pero a mi hipotética réplica jóven dando palos junto al Blas Roca, a esa jamás podría perdonarla ni justificarla.

Rodrigo Kuang dijo...

"Qué bonito es Badalona
en invierno y en verano..."
Vaya si me acuerdo del tocadiscos ruso de mi abuela y aquella placa de Serrat. A mi abuela le encantaba esa canción, soñaba con ir algún día a España y conocer Badalona, pero ya sabemos cuántos miembros de cada familia cubana han podido cumplir el sueño de viajar, y que si lo hicieran, el cielo estaría congestionado con tantos aviones. De cualquier manera, mi abuela ya está demasiado vieja y hace años que se rompió su tocadiscos ruso.

Kerala dijo...

JI como dice Roberto a la entrada, olvidar a toda costa, pero sólo está el monte de espuma y la costa no se ve. No he podido concretar lo prometido porque escribes tan bien que para hablar de ti, no se puede escribir m...
Un abrazo.

Jorge Ignacio dijo...

Esa canción de Serrat la ponía en mi programa de radio, sacada de una fonoteca llena de telarañas. pero me gustaba "Qué bonita es Badalona". Ahora vivo aquí. Nunca lo hubiera imaginado, Rodrigo. Y a ti, Kerala, como diría el dramaturgo Héctor Quintero en una de sus comedias, Te sigo esperando. No te apures. Ayer hablé de ti con un amigo mientras íbamos en bicicleta por el litoral. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Lo más triste para mí, no es que nos hayan engañado en Cuba ni que sigan engañando a muchos allá, porque por la falta de información allá y la propaganda en absoluto poder del gobierno es muy fácil engañar a muchos. Lo más triste es que en el mundo libre haya tanta gente que se crea el cuento comunista o socialista del siglo 21 como quieran cambiarle el nombre; porque tienen libertad de informarse y no se informan, la gente en general es vaga para leer y para aprender, es como cuando van dos o tres de una secta religiosa u obscurantista a captar a alguien, ese que se deja captar no averigua, no lee la historia, y se va y participa en la reunión , y ahí se entusiasma y se mete. Así se olvida la historia de engaños, descaros, sinvergüencerías , abusos y asesinatos que han cometido a lo largo de su historia; pero si tu agarras a un creyente de ellos honesto y le explicas, resulta que no sabe nada de eso. Si acaso puede pensar que son mentiras imperialistas.
Un abrazo Yoyi. Tu primo Luis.