jueves, 8 de julio de 2010

Los sobrevivientes (V)





Uno se resiste a pensar cuál hubiera sido el dibujo actual de la capital cubana de no haberse instalado allí esta larga dictadura. Aunque nos seduzca la utopía, desde mi punto de vista, no vale la pena soñar porque la realidad es demasiado contundente y contraria. El tiempo sigue pasando ante la impotencia del habanero sensible, el que ama su historia y sus bases urbanísticas. Este que sabe que todo lo bello, los parques, grandes avenidas, torres en la línea de mar, estaban construidos antes de que llegara la denominada Revolución. O sea, hace más de cincuenta años.
El máximo líder de esa Revolución se lo encontró todo hecho. Los edificios ministeriales, la Biblioteca Nacional, los teatros. En lugar de beneficiar la ciudad con los avances tecnológicos, la empobreció arquitectónicamente con esos feos edificios grises de estilo soviético, prefabricados y puestos en cualquier lugar sin criterio urbanístico alguno. En una época se los perdonamos porque pensábamos que era más importante el beneficio de la justicia social prometida que la estética de la ciudad. Sin embargo, a la vuelta del tiempo, esa seguridad social ha sido una falacia y La Habana se muestra ante nuestros ojos como una ciudad bombardeada, una ciudad de posguerra sin que hubiera existido verdaderamente una contienda bélica.
La antigua Avenida de los Presidentes, uno de los paseos más bellos de la capital, exhibe ahora, en lugar de los próceres nacionales, a los de otros países latinoamericanos escogidos con toda intención. Simón Bolívar, Eloy Alfaro, Omar Torrijos. La lectura que debe hacerse de la reciente instalación de estos monumentos es que la Revolución se agarra del último gajo que queda para subsistir. Ese eje “izquierdista” formado por Venezuela, Ecuador, Nicaragua, entre otros países afines, es el último golpe propagandístico del régimen cubano; es como si se dieran cuenta de que la naranja ya no tiene más zumo pero deciden darle una vuelta más en el exprimidor. Por eso parecen tan forzados los nuevos monumentos, pegotes de piedra y metal en el centro de una avenida histórica por la que ya casi nadie transita debido a la escasa sombra que hay.
También han ampliado los canales de televisión. Ya no son dos, como se mantuvo el éter cubano a lo largo de casi medio siglo de dictadura. Ahora son cuatro o cinco pero todos dicen lo mismo. Lo han hecho para taponar ondas enemigas que dicen lo contrario al régimen. Uno de los nuevos canales, no por casualidad, es Telesur, la televisión exclusiva del militar Hugo Chávez. Se les ha permitido una frecuencia en el rango de audiencia cubano para que la gente vea cómo está el mundo. La propaganda en este caso ha sido efectiva.
No pocas personas me miraron en estos días con cara de pena. Parecían compadecerme porque vivo en un país capitalista en crisis. ¡Cómo la estarás pasando!, se leía en sus frentes. Esos mismos seres cuya canasta familiar es sin lugar a dudas una de las más caras del mundo. Esos mismos compatriotas que soportan largas caminatas –kilómetros- para llegar a su destino, con el estómago rugiendo, medio vacío o medio lleno de arroz y frijoles, por suerte. Pero sí, pensaban que yo la estaba pasando mal en España.
Es muy surrealista.
Surrealista ha sido siempre nuestro ámbito, del que uno jamás se puede desprender porque lo quiere incondicionalmente.
Cuba -me decía un simpático amigo que no se traga la propaganda del castrismo- es de los pocos países del mundo que no han sido afectados por la crisis. Siempre ha estado igual. Se mantiene ahí, en la misma miseria.
En próximos capítulos hablaré de los hospitales, que los viví en carne propia ya que por desgracia mi madre estaba en una situación extrema.

(Continuará…)

Fotos del autor
Dos caras de la antigua Avenida de los Presidentes, ahora llamada simplemente calle G. La foto superior muestra el monumento a Eloy Alfaro, liberal presidente ecuatoriano que modernizó la sociedad de su país a finales del siglo XIX y principios del XX. La instantánea de abajo es un retrato de la decadencia que convive en la misma Avenida. Solo hay que girar el ángulo de visión. La Habana ahora es así: contrastante y necesitada de un criterio unificador que no sea el abandono.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jorge me parece muy ral pero triste la cronica de tu viaje,Yo no puede ir a -cuba y este relato me hace soñar con un viaje que quizas nunca hare!
UN salutoROBERTO

Jorge Ignacio dijo...

Roberto: por supuesto que me gustaría escribir otra cosa, pero esto es lo que vi. Sé que el sabor final de todo esto es triste, desolador. Me pregunto si valdría la pena adornar o edulcorar una realidad que incluso llega a ser más puñetera para que el que regresa después de los años. el que vive allí, por instinto de conservación, no nota tanto el deterioro. Aún así, porque me lo dijeron, nunca se habían visto tan mal como ahora. La catarsis es un recurso inconsciente de las personas para sobrellevar aquello. Te diré algo que respondí a mis amigos cuando me preguntaron: ¿qué hubiera sido de ti, que eres un melancólico, si no te hubieras ido? Me hubiera alcoholizado, dije sin pensarlo.Una gran amiga amante de la astrología me aseguró que ese destino jamás me hubiera sucedido. Lo que más me duele es dar la respuesta que di sin pensarlo.
Un abrazo, Roberto. Sé que tienes prohibida la entrada a nuestra isla y no porque hayas cometido un delito. Mejor. Aquello duele. Todavía estoy muy triste de lo que vi y no sé cuánto tiempo me durará.
tengo queridísimos amigos atrapados en lo que ha quedado de Cuba. Como debes suponer, Roberto, no soy de los que va a la isla de vacaciones, a visitar los centros turísticos donde antes no me dejaban entrar. Respeto al que lo haga, faltaría más.