miércoles, 15 de junio de 2011

Contra todas la banderas



Indignados utilizan la agresión física y verbal

Demasiado malestar, demasiada frustración por los desvíos de fondos públicos, por no poder, como ciudadanos, destinar a nuestra manera las partidas de dinero que luego duermen eternamente en el hormigón armado, en parques insulsos y aeropuertos desmedidos, en áridos proyectos que terminan cambiándose dos, cuatro veces hasta que los consistorios se ponen de acuerdo.
Demasiado correr el tiempo y demasiado estar en alza políticos inoperantes, demagogos. Mucho ha visto pasar por delante esta ciudadanía, la misma que se ha conformado con sus tradiciones, que ha bebido vino a chorros, porque pensaba que la vida era una fiesta y que, en fin, las cosas le iban bien. Largo cúmulo de endeudamiento propiciado por esos mismos políticos a los que hoy piden la cabeza. Nadie se salva de ésta. Ni Artur Mas, persistente, a quien no dejan siquiera demostrar qué quiere hacer; ni un Cayo Lara que, junto a su partido, ha hecho del comunismo una forma de vida material, un subterfugio. Ni Gallardón, sempiterno alcalde de Madrid, asediado antenoche por una turba en el portal de su casa, cuando paseaba al perro.
Esta es la España egoísta, la conspiradora, la del vino, la bota y el jamón. Parece que exista anarquía, pero luego los recuentos indican una mayoría de votos hacia un partido conservador. ¿Qué está pasando? ¿Qué pretenden los antisistemas, los que no dejan acceder al hemiciclo a los parlamentarios elegidos democráticamente, rompiéndoles la crisma en plena vía pública? ¿Cargarse la democracia?
¿Por qué no dejamos de tomar cerveza o vino; por qué no dejamos de comer jamón, de subir a los trenes, de adorar el fútbol, de hacer top less en la playa, de comprar lotería, de asistir a conciertos multitudinarios, de viajar por Europa en caravanas o autocares?
¿Por qué no dejamos de tener una cuenta en el banco y guardamos el dinero debajo del colchón?
¿Por qué no nos dedicamos a denunciar dictaduras reales?
El sistema está montado así, en buena medida, porque nosotros mismos lo permitimos. Es lícito desmontarlo, faltaría más, pero usemos la cabeza en lugar de la fuerza.

Foto de Tejederas, tomada de El País.
En Barcelona, esta mañana, algunos diputados al Parlament catalán han tenido que utilizar un helicóptero para acceder al hemiciclo. Los que entraron a pie recibieron huevazos, empujones e insultos.

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