viernes, 6 de julio de 2007

Las hormonas revueltas de un lector

Hoy al abrir mi buzón de correo postal encontré, entre facturas de la luz y gas, la revista del video club del barrio. No es la primera vez que nos la envían a casa, pero sí la primera ocasión en que me impacta la portada. En lugar de un filme de acción, prefirieron vender entre las novedades algo de cine político; nada más y nada menos se lanzaron con La vida de los otros, sobre la época comunista en la Alemania del este, una descarnada presentación de cómo espiaban a los ciudadanos en un gobierno totalitario.
Luego, al abrir el buzón de mi correo electrónico, hallé un mail con bastante mala leche (como se dice en España), en el que el remitente, desconocido por mí, intenta aterrorizarme juntando datos sobre mi vida personal. Esto a propósito del presente blog. Al parecer no gusta del contenido y de la forma, y está en todo su derecho. Como no sé quién es, y como yo muestro al menos mi perfil fotográfico en el cabezal de estas páginas, prefiero responderle aquí, y no a su correo personal. El me reprocha que me identifique como un exiliado. Como, a mi entender, esto es lo más grave que dice, me centraré en este, aparentemente, pequeño detalle.
Sí, soy un exiliado porque, aunque acabo de regresar de mi país, tuve que esperar cinco años para volver, tiempo que es el que el gobierno cubano estima conveniente para no dejar entrar en territorio nacional a alguien que haya decidido quedarse a vivir fuera de la isla mediante un viaje de trabajo. Por otra parte, y esto se lo expliqué también a una muchacha cubana que vive en Barcelona, técnicamente todos los que nos marchamos del país somos exiliados, en tanto el gobierno de la isla se arroga el derecho de por vida de prohibir o no la entrada al país; el día que no haya que pedir permiso (una especie de visado) para entrar libremente al lugar donde nacimos y vivimos, dejaremos de ser unos exiliados. Hay muchas gradaciones del exilio, incluyendo el autoexilio, que es el que nos embarga a una gran mayoría. Por otra parte, ¿por qué el estado cubano no acepta la doble nacionalidad y obliga a cualquier persona nacida allí a entrar obligatoriamente con el pasaporte emitido por la isla, incluso a personas que llevan más de cuarenta años viviendo permanentemente fuera?
También otro argumento: ¿Por qué, al marcharse uno de Cuba, pierde sus bienes raíces al cabo de once meses de la salida? Con semejante robo legislativo, del que fui víctima, me basta para sentirme exiliado. ¿O es que acaso, por escribir estas mismas líneas, el hecho de sentir miedo de volver a La Habana no significa que sea un exiliado? El exilio, sea un tecnicismo verbal o no, se lleva adentro. Cuando tienes que quemar las naves, sabiendo que no podrás regresar en cinco años –regresar si es que no hablas más de la cuenta-, y que pudiera ocurrir algo grave con un ser querido en la isla, eso es muy duro de llevar, y lo menos que se me ocurre decir es la palabra exiliado.
No sé si, con todo lo que he escrito en este blog me dejen volver alguna vez. Me gustaría que alguien me dijera si me apropio injustamente del término exilio.
A esa persona que, según él, desde Miami, utiliza en carta privada varios momentos de mi biografía personal le aseguro que no me voy a atemorizar, que seguiré escribiendo porque conseguí estar en este lugar del mundo donde hay democracia y respeto a la vida privada de las personas, y tenemos Internet, una maravilla de la comunicación global. Los blogs han (o están en eso) revolucionado el mundo de la comunicación interpersonal, han desafiado a los tradicionales medios de prensa y, en definitiva, son la máxima expresión de la libertad de criterios. Desde aquí se cuenta lo que se quiera y se toma también lo que se desea. No hay filtros que no sea uno mismo. Es un reto para uno convertirse en su propio editor, siempre que el empeño sea serio. Quien me escribe y me conoce y no se identifica claramente, y me reprocha haber olvidado que algún día trabajé para el estado cubano -¿quién que haya vivido allí no?-, le recuerdo que esta bitácora lleva el título de Segunda naturaleza porque, cuando los cubanos emigramos, volvemos a nacer, y descubrimos un mundo nuevo y conocemos el ejercicio de la palabra verdaderamente nuestra.
Creo que lo que la persona trasvestida ha hecho conmigo es dar un golpe bajo. Si me conoce y quiere llamarme la atención en algo, que dé la cara y hablaremos con normalidad.
Mientras tanto, le regalo la siguiente anécdota:

Al regresar de Cuba y pasar por la frontera española, el oficial me preguntó que si en lo adelante no tendría más problemas para volver a mi país, pues se fijó que tenía mi pasaporte “habilitado” para entrar indefinidamente, el ya mencionado visado que hay que obtener si uno se porta bien. Me hizo gracia la cara de pícaro del militar español quien, sugerentemente, tiraba del pellejo de sus colegas de La Habana. Como me sorprendió la pregunta, solo me limité a responderle la verdad:
-¿Volver sin problemas…? Eso nunca se sabe.


El recuento del viaje a Cuba con mi mujer continúa el lunes.

Julio 2007

5 comentarios:

Infortunato Liborio del Campo dijo...

Es un claro indicio de que el blog es bueno, porque ¿qué seríamos sin nuestros detractores? Que mala suerte ser un tipo con el que todo el mundo esté de acuerdo, yo no quisiera eso para mis hijos.

"Dicen que triste cosa es no tener amigos,
pero más triste es no tener enemigos,
porque quien enemigos no tenga,
es señal de que no tiene,
Ni talento que haga sombra,
Ni bienes que se le codicien,
Ni carácter que impresione,
Ni valor temido,
Ni honra de la que se murmure,
Ni ninguna cosa buena que se le envidie".
José Martí

Infortunato Liborio del Campo dijo...

"Si murmurar la verdad aún puede ser la justicia de los débiles, la calumnia no puede ser otra cosa que la venganza de los cobardes."

Jacinto Benavente

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

El dolor que produce la palabra es irreparable porque nunca se cura, cagate en la noticia Jorge. Mira, aquel que maldice, luego llora.
Cada día el juego de la politiquería retrocede un poco más y la gente común se interesa en rescatar una memoria colectiva que le brinde la sabiduría suficiente para construir un país nuevo y libre, sin más exilios que el del pasado.
Saludos, tony.

Anónimo dijo...

argentina tampoco admite la doble nacionalidad, por ejemplo.

Jorge Ignacio dijo...

¿Los argentinos tendrán que pedir un visado para entrar en su país? ¿Los argentinos pueden volver a vivir en su país?

Jorge