El año pasado, por estas fechas de verano, mi mujer y su amiga Viridiana se fueron de vacaciones a la India. Como marcharon sin hoteles reservados, donde dije vacaciones quise decir aventura. La India era un destino bastante duro de llevar en la imaginación de las dos, y así fue. No sólo les resultó complicado el periplo porque dos mujeres solas allí, según me han dicho, representan poco más que un lugar en el espacio, y a veces ni siquiera eso, sino, también, porque les resultó imposible llegar a los estados puros de la filosofía regional. Dos chicas jóvenes y mochileras como ellas, que se propusieron recorrer más de la mitad de la geografía hindú en un mes, regresaron a casa desilusionadas y desvanecidas. Yo las esperé en el aeropuerto. Venían flacas, quemadas por el Sol, ojerosas, mareadas de tanto vuelo, pues tuvieron que enlazar con Londres y cambiar de nave. En la India habían resuelto viajar por carretera en su ruta, pero el chófer que las llevó todo el tiempo se comportó como un déspota. Era un déspota, me aseguró mi mujer. Pocas oportunidades tuvieron para meditar en los templos sagrados, pues el acoso hacia estas dos turistas fue constante. Eso sí: todavía, al cabo de un año, no hemos terminado de visualizar en casa todas las fotos. Y yo no he terminado de entender bien por qué se arriesgaron tanto, ya que tomaron el avión hacia Nueva Delhi a los pocos días de haber ocurrido el impresionante atentado a los trenes de Bombay. Tienen ovarios la dos. Viridiana, para mayor desgracia, cayó enferma de una afección intestinal que la tuvo hospitalizada casi una semana en una clínica de Varanasi. Estuvo bastante delicada.
Este verano volvió a invitar a mi mujer a una aventura, aunque mi concubina declinó el ofrecimiento. Era algo diferente: se trataba de un recorrido de más o menos 30 días por varios de los países que pertenecieron a la órbita comunista. Viridiana llegó una tarde a casa con el mapa y los trayectos marcados, los itinerarios prefijados y, esta vez sí, una lista de hostales y hotelitos dibujados al margen. Se podía reservar en internet. La promotora, un ángel valiente a quien queremos mucho, hacía extensiva la invitación al que escribe esto. Debíamos sumarnos en el asiento posterior de un Citröen Saxo, diesel, un automóvil conducido por un amigo que había pasado ya la inspección técnica. El auto, quiero decir.
Nos miramos con ojos dislocados. La oferta era tentadora, pero no aceptamos al final. No somos tan arrebatados. Mi mujer hizo el viaje a la India en ese plan mochilero porque siempre había idealizado ese lugar como un remanso de espiritualidad, aun a sabiendas de que el impacto visual era fuerte para alguien que ha nacido y vive en el llamado primer mundo. Pero esta vez declinó. A mí me hubiera gustado mucho recorrer parte de la Europa oriental. Yo también pertenecí a la envoltura soviética, y siento una enorme curiosidad. Tenía poco tiempo para decidirme y preferí quedarme en casa, en mi barrio, haciendo eso que en Barcelona se llama bicing.
Viridiana salió hace un par de días y ya recibimos un parte de carretera. Con su amigo y conductor Víctor llegó a Florencia primero, luego de escapar de la persecución de un camionero que los acosó por detrás durante una hora, a lo largo de una vía estrecha que discurre por unos cincuenta túneles. Allí en Florencia le despacharon unos medicamentos homeopáticos que localizó por internet, pues no los encontró de un día para otro en Barcelona. El saxo, dice la atrevida catalana con nombre fílmico, se ha portado de maravillas. No recalienta el motor y marcha veloz atajando pueblos previstos en los mapas, dejando un surco simpático de ilusión cada vez que mueve la música a otra parte. Como le ofrecí este espacio a Viridiana, iré retransmitiendo sus mensajes vía mail, porque los teletipos ya están perdidos de las oficinas de correos.
El recorrido previsto es el siguiente:
Florencia-Venecia (Italia)
Pula -Split-Dubrovnik (Croacia)
Sarajevo-Mostar (Bosnia)
Tirana-Krujë (Albania)
Skopje (Macedonia)
Sofía (Bulgaria)
Bucarest-Bran-Oradea-Brasov-Risnov-Zarnesti-Sighisoara (Rumanía)
Budapest (Hungría)
Bystria (Eslovaquia)
Cracovia- Auschwitz (Polonia)
Viena-Innsbruck (Austria)
Lyon (Francia)
Barcelona
Este verano volvió a invitar a mi mujer a una aventura, aunque mi concubina declinó el ofrecimiento. Era algo diferente: se trataba de un recorrido de más o menos 30 días por varios de los países que pertenecieron a la órbita comunista. Viridiana llegó una tarde a casa con el mapa y los trayectos marcados, los itinerarios prefijados y, esta vez sí, una lista de hostales y hotelitos dibujados al margen. Se podía reservar en internet. La promotora, un ángel valiente a quien queremos mucho, hacía extensiva la invitación al que escribe esto. Debíamos sumarnos en el asiento posterior de un Citröen Saxo, diesel, un automóvil conducido por un amigo que había pasado ya la inspección técnica. El auto, quiero decir.
Nos miramos con ojos dislocados. La oferta era tentadora, pero no aceptamos al final. No somos tan arrebatados. Mi mujer hizo el viaje a la India en ese plan mochilero porque siempre había idealizado ese lugar como un remanso de espiritualidad, aun a sabiendas de que el impacto visual era fuerte para alguien que ha nacido y vive en el llamado primer mundo. Pero esta vez declinó. A mí me hubiera gustado mucho recorrer parte de la Europa oriental. Yo también pertenecí a la envoltura soviética, y siento una enorme curiosidad. Tenía poco tiempo para decidirme y preferí quedarme en casa, en mi barrio, haciendo eso que en Barcelona se llama bicing.
Viridiana salió hace un par de días y ya recibimos un parte de carretera. Con su amigo y conductor Víctor llegó a Florencia primero, luego de escapar de la persecución de un camionero que los acosó por detrás durante una hora, a lo largo de una vía estrecha que discurre por unos cincuenta túneles. Allí en Florencia le despacharon unos medicamentos homeopáticos que localizó por internet, pues no los encontró de un día para otro en Barcelona. El saxo, dice la atrevida catalana con nombre fílmico, se ha portado de maravillas. No recalienta el motor y marcha veloz atajando pueblos previstos en los mapas, dejando un surco simpático de ilusión cada vez que mueve la música a otra parte. Como le ofrecí este espacio a Viridiana, iré retransmitiendo sus mensajes vía mail, porque los teletipos ya están perdidos de las oficinas de correos.
El recorrido previsto es el siguiente:
Florencia-Venecia (Italia)
Pula -Split-Dubrovnik (Croacia)
Sarajevo-Mostar (Bosnia)
Tirana-Krujë (Albania)
Skopje (Macedonia)
Sofía (Bulgaria)
Bucarest-Bran-Oradea-Brasov-Risnov-Zarnesti-Sighisoara (Rumanía)
Budapest (Hungría)
Bystria (Eslovaquia)
Cracovia- Auschwitz (Polonia)
Viena-Innsbruck (Austria)
Lyon (Francia)
Barcelona
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