miércoles, 27 de octubre de 2010

Cuba engancha



Una vez que volví como turista –el gobierno revolucionario me obliga a utilizar ese estatus-, estuve a punto de hacer fotos que jamás hubiera pensado. El encanto de la luz en el Caribe es demasiado fuerte como para ignorar las amplias posibilidades de “construir” allí una estampa costumbrista. Junto con la luz, está el escenario que se “vende” solo, el escenario natural, tanto de ciudad como rural.
Estuve a punto de ser turista –quizá aprovechándome de cómo también me miraba la gente-, pero no tuve valor. Mi mujer tampoco. Ninguno de los dos apretamos el obturador de pasada por las escenas tercermundistas, muchas veces cómicas, increíbles. Seguramente nos perdimos buenas imágenes.
Trajimos de vuelta varias “tiras” personales con conocidos, amigos y paisajes celestes, sobre todo. Nada escandaloso. Nada insultante.
Entiendo que los fotógrafos profesionales viajen allá en busca de una buena serie temática para luego sacarle partido en exposiciones y libros. Es lícito. El tema que quiero compartir es el del sentimiento más profundo, el que hay detrás de las fotos surrealistas tomadas en la isla, generalmente en blanco y negro, pues otorgan un resultado mucho más dramático ya que suprimen otros colores de esa fantástica luz.
Me siento muy triste cuando veo a La Habana, por ejemplo, convertida en un escenario de postguerra, aun cuando nunca ha existido una contienda bélica en esa gran capital. Guerra sí hay todavía: la guerra del desgaste. Por supuesto que no puedo echarle la culpa al artista cuando todos sabemos que el culpable es el propio gobierno, que priorizó guerras –ahora sí- allende los mares, antes que cuidar a su gente.
Pero las escenas de desolación y folclore -¡tremenda combinación!- en Cuba no solo han sido captadas por exploradores foráneos; también los fotógrafos nacionales, muchos de ellos reporteros de medios oficiales, han trabajado en el asunto. Y han obtenido premios con un contenido que les toca muy de cerca.
Ayer, el portal digital del El País hablaba de la reciente publicación de un libro con imágenes tomadas en la isla, a cargo de un fotógrafo italiano que vivió durante 14 años allí, precisamente en los años más duros que pasamos cuando se desplomó el campo socialista. Ernesto Bazán (Palermo 1959) se enroló tanto con el terreno y la plasticidad del ambiente que llegó a pensar que estaba en suelo natal, aquel país alargado que bien retrató el cine en la extensa escuela del neorrealismo.
Siempre he dicho que, si Salvador Dalí hubiera nacido en Cuba después de 1959, jamás hubiera sido un maestro surrealista. No niego que es hasta simpático un país tropical donde abundan los coches y las neveras soviéticas –ahora, chinas-, donde el transporte es tan pésimo que constantemente se pueden capturar curiosas imágenes por la calle. Solo digo que me duele en lo más profundo estas fotos. Por dos cosas:
Una, porque la gente allí es tan amable y tan necesitada que no cuida en lo más mínimo su derecho de imagen.
Y otra porque, si somos honestos, La Habana fue una capital modernísima e higiénica alguna vez.

Foto tomada de El País
Una imagen del libro BazanCuba –primera parte de una trilogía- presentado recientemente en Madrid.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oriental de Santiago:
No sé cómo se denomina ese estilo o categoría en pintura, pero si Salvador Dalí hubiera nacido en Cuba después de 1959 hubiera sido el equivalente a un escritor costumbrista.

sonora y matancera dijo...

Gracias JI, por el comentario que dejaste en mi blog.

También vi las fotos de las que hablas. Es lo tropiexótico de Cuba a ojos extranjeros... ese derrumbe que hay que ver antes de que "cambie todo" y Cuba se vuelva Cancún, Puerto Rico, RDominicana, esos lugarcitos que ellos mismos y su turismo han convertido en lo que son... Pero en particular la foto del niño con el cangrejo con correa me gustó, algo sencillo, natural y muy cubano.


El apellido Ulloa como lo heredamos en América pareciera venir de esa zona norte, Galicia y también Navarra-País Vasco. Alguien una vez me dijo, en España, que en realidad era una adaptación romancera del Ullman de los vikingos-celtas que una vez invadieron el norte de la península ibérica. Lo cierto es que no lo he investigado.

Saludos, y ya visitaré con más frecuencia.