lunes, 6 de junio de 2011
Para ti, Lucía
Nunca compartí aquella idea surrealista de mis amigos o conocidos que, desde el ultrasonido, se empeñaban en dar a conocer sus frutos. Me parecía algo tan íntimo que alguien repartiera por las redes sociales una estampita en blanco y negro o a color –según el caso-, con cabida para decodificar, siempre con la indicación al margen del nombre de la criatura:
-Este es Raúl-me dijeron alguna vez.
Pero Raúl no era más que un conjunto de formas abstractas o un claroscuro perfecto con sus medios tonos. En lugar de haber sido realizada al carboncillo, la imagen era una película del vientre de una madre, captada por resonancia magnética. O sea, Raúl era el resultado de ese momento en el que se igualan las frecuencias interna y externa.
También me parecía incorrecto divulgar la imagen de alguien si no se ha pactado antes un consentimiento o si esa persona no está en un lugar público, en el momento de recoger la gráfica. Pero hoy he cambiado de enfoque al ver a mis hijos en sus bolsas y envueltos en líquido amniótico, formados ya, aunque pequeñitos, con sus rasgos faciales a punto de definir, dando volteretas en su mundo tranquilo. Porque María y yo tratamos de no estresarlos en la medida de lo posible, tratamos de comunicarnos con ellos por las noches, antes de dormir, con unas caricias sobre la piel tersa.
Intentamos imaginarlos –a falta de no poder tenerlos en brazos todavía- desde el más grande asombro del ser humano: La capacidad de convertirnos en una familia. Si antenoche armamos uno de los dos moisés y lo colocamos al lado de nuestra cama, tomando medidas más o menos, hoy que pudimos ver a los niños en tercera dimensión -en un viaje indescriptible que pretende adelantar todos los procesos naturales de la gestación-, estamos con el corazón revuelto. Hasta hoy no comprendí lo que sienten los padres en la larga espera del nacimiento. Y será entonces por esto que pude visualizar bien, decodificar perfectamente, sin la ayuda de un puntero, todo el contorno en el rostro de mi hija, de Lucía. Y vi más: Descubrí sus ojos, sus labios, su nariz, mucho antes de que abandone el planeta flotante en el que está ahora.
Como no es posible transmitir, transcribir todo, o al menos una parte de lo que sentí en una esquina de la habitación mirando el monitor, no he tenido más opción que ilustrar el post de hoy con una foto de Lucía, sin su permiso.
Su hermano Marc no quiso esta vez publicidad. Estuvo reticente al ojo escudriñador, que se desplazaba sobre una gelatina aplicada en esa misma zona que sus padres queremos acariciar. El rostro de Marc, al menos hoy, fue fugaz para que el juego de las imaginaciones continúe.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
8 comentarios:
Felicidades, conozco ese felling.
Me erizaste de la emoción!
Besos a los cuatro!
No sabes cuánto me alegro por ustedes. Un beso grande a la mami de Marc y Lucía
A que la Lucía será artista. Expuesta ante la cámara como toda una estrella. El Marc quizás sea, por su "timidez", un tanto más reservado, como los grandes hombres. De cualquier manera dos almas gemelas, nunca mejor dicho, de su papi y su mami. ¡que emoción! Los felicito.
felicidades para los dos. es un momento hermoso cuando por fin podemos ver las imágenes en las cuales encontramos ya parecidos con los papás y hasta los abuelos...
muchos besitos
Felicidades Primo, muchos abrazos.
Felicidades otra vez para los cuatro, que lindas experiencias estas teniendo, gracias por compartirlas :D
A todos nos llega nuestro momento íntimo a compartir.....queeeeeeee orgullo papá!!!!
Faby
Publicar un comentario