miércoles, 14 de diciembre de 2011

Trágico fin de año


Junio 1994:
Sentado en el muro del Malecón, despedí decenas de embarcaciones precarias de fabricación casera que marchaban con rumbo norte. Les dije adiós simplemente. También, en la playa de Santa María, por aquellos días, ayudé a desencallar una balsa que el viento había regresado. Era una plataforma de madera montada sobre cuatro barreños de metal, típicos “tanques” de agua que se ven por todos lados en Cuba. En la maniobra, me manché las manos de petróleo y luego volví a decir adiós.
¿Adónde fueron a parar?
Dios sabe.
Tal vez los navegantes se cruzaron conmigo esta primavera cuando visité Miami o quizá murieron en la travesía.
Diciembre 2011:
Una historia realmente espantosa publicada en internet nos obliga a echar la vista atrás.
La sobreviviente de un naufragio, una mujer joven que por tercera ocasión intentaba abandonar Cuba, narra cómo zozobraron en alta mar, cómo fueron muriendo nueve de los veintisiete que escapaban en la precaria embarcación, cómo literalmente enloquecieron algunos a bordo de esa tabla al pairo, cómo fueron lanzando los cadáveres al mar poco a poco y cómo tuvieron que regresar. Cómo uno de ellos, el marido de la joven, fue apresado por la policía política en un hospital al este de La Habana, casi sin vida.
Querían pasar estas navidades definitivamente fuera de la isla, pero les tocó vivir la tragedia.
Hay muchos huesos de balseros en el fondo del mar. Solamente por respeto a ellos y a los que todavía intentan tan terrible travesía, valdría la pena repensar aquel documental de la televisión catalana que se aprovecha de la desgracia para venir a decir que los balseros buscan El Dorado.
No, señor, esta gente está huyendo de algo más que de la miseria.
Hay un lugar donde reina el silencio porque, con la desesperación, se hundieron allí todas las palabras.
¿No os parece sospechoso que, 17 años después, continúen las necrológicas sobre estas agobiadas expediciones?

Actualización: Vea Aquí el relato en primera persona.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es una tremenda locura lanzarse al mar, pero, entiendo q para algunos, q no han vivido como yo, ni pensado como yo, sino, mucho peor, esa ha sido su única salida... y si q hay muchos huesos, dígase familias, descansando en el fondo de esa tan corta y letal distancia q nos separa.
Faby