Su obra toca Transculturación y Política
Al mismo tiempo que Mariela Castro, hija del dictador,
recibe visado para ingresar de visita en los Estados Unidos, en la XI edición
de la Bienal de Artes Plásticas de La Habana expone el disidente chino Ai
Weiwei, famoso en todo el mundo por sus instalaciones artísticas de gran tamaño
y también por haber sufrido arresto domiciliario en varias ocasiones.
Es cierto que en Cuba ocurren cosas que no se comprenden
bien.
¿Qué hace en el catálogo de la Bienal la instalación
Forever Bicycle, montaje metafórico de 74 bicicletas engarzadas, cuyo título
hace referencia a una época desdichada en la que a los cubanos se nos forzó a
dejar de utilizar el transporte público, instándonos –casi obligándonos- a
transitar nuestras imposibles ciudades en una de esas “bestias” de hierro?
¿Y por qué si Cuba
es aliada de China se permite que el artista disidente exponga allí?
El periodista independiente Pedro Luis Castro, en su
perfil de Facebook, “colgó” la noticia no sin asombro. “Muchos no se lo creen
todavía”, dijo, “pero aquí está la obra de Ai Weiwei, precisamente con sus
bicicletas".
Parece una ironía.
Dos o tres generaciones de cubanos pueden dar fe de cómo
se masificó en los 90 ese tipo de transporte personal –a veces viajaba toda una
familia junta- en un país sin cultura ciclística, con un sol abrasador
castigando las jornadas y con las calles zanjadas por el paso del tiempo y por la
desidia del Poder, que en mucho tiempo no ha trabajado absolutamente nada en
infraestructuras.
Aquellos años fueron una especie de suicidio colectivo
sin que nosotros mismos lo supiéramos. Es un asunto muy serio que ha traído
consigo, a la larga, problemas de próstata en muchos hombres e incontables
accidentes de tráfico.
Aquellas bicis no eran precisamente un medio ligero para
hacer deporte. Pesaban mucho y no traían cambio de marchas. Además, se
cotizaban bien caras en el mercado negro, lo que produjo un sinnúmero de
asaltos en plena vía pública.
Ya hoy no ruedan como en los años de la Post-perestroika,
pero es imposible borrarlas de la memoria histórica y colectiva.
El nombre mismo del producto fue un indicativo cultural:
Forever Bicycle.
Ahora vuelven por el arquitecto y diseñador Ai Weiwei, un
contestatario que debe conocer bien la carga simbólica de su obra en un país
tropical donde funcionó –pasado- el Realismo Socialista.
Nota: También el artista asiático expone, a veces, una instalación más amplia con mil bicicletas.
Más sobre el tema en un capítulo de las memorias del autor.
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