martes, 20 de marzo de 2007

Metereológicamente ahora

Me han dado una noticia triste, y ya no se puede hacer nada desde la distancia. Sólo escribir en nombre de la memoria. Yo vengo a enterarme ahora de casualidad. Al despedirme de María del Carmen, en el bar donde la dejé la noche que no actuó Yolandita Ruiz, le dije a mi amiga una frase hecha por un sujeto singular: “¡Te deseo lo mejor!”. María del Carmen me cortó la sonrisa:
-Lima murió.
Me quedé pasmado. No lo podía creer. Lima era un hombre relativamente joven, era la eterna dentellada de la televisión nacional; era el hombre del tiempo que más queríamos, al que le perdonábamos cualquier equivocación; era un sujeto bajito y regordete enfundado en una americana –en un saco, no en una rubia alta de las películas del norte-, una americana que le iba estrecha y él se empeñaba en abotonar. Parecía que un día cualquiera nos tragaríamos el botón de la chaqueta. Era una pieza de verano tomada del vestuario de la televisión. La pregunta fue siempre si no había una talla de americana mayor. Nos acostumbramos a verlo rebosante de alegría y comprimido entre ese corte de sastrería barata. También es cierto que en Cuba ya nadie usa americanas. ¿Y por qué no le ponían una guayabera a Lima? Las guayaberas, prenda de identidad nacional, codificaban otras funciones ministeriales y además otras aparentemente secretas.
El doctor Lima siempre estuvo en la reserva. El meteorólogo oficial sabemos que es Rubiera, el hombre capaz de desviar el curso de los ciclones por iniciativa del comandante. Rubiera, con ojos desorbitados, nos trasmitía el parte conveniente, el boceto oral de Palacio y el plan de acción de la Defensa Civil. Todo junto. Lima, sin embargo, nos dejaba una simpática tarde de domingo por delante con su prestancia chaplinesca y su mala puntería para ubicar un sitio en el mapa de la isla. Era cómplice; era parte de cada una de nuestras familias. Ignoro de qué murió, pero no me extraña que haya sido de una repentina enfermedad, como eufemísticamente le llama la prensa nacional al infarto del miocardio.
Ser meteorólogo en Cuba es jugarse el miocardio cada año de junio a noviembre, en temporada ciclónica. Lima, campechano y redondo, lo que sufría nunca nos lo enseñó. Me ha dolido la noticia de su muerte. Era de esas figuras públicas que nos llevamos en el bolsillo donde quiera que vamos: no hubo manera, durante años, de que despidiera su sección seriamente después de pronunciar la eterna muletilla: “¡Les deseo lo mejor!”.


Febrero 2006

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estuve de visita por aquí. Como han surgido tantos blogs de cubanos, vamos a tener que crear un portal de direcciones. Trataré de regresar lo más asiduamente que pueda. Mucha suerte.

Manuel Sosa