martes, 27 de marzo de 2007

No valen guayabas verdes


Los buscadores de tesoros a nivel planetario pusieron la vista sobre Cuba hace mucho tiempo. Se llevaron, o tomaron prestado, de todo, desde las hojas de tabaco hasta el tabaco torcido. También algunas frutas. Una guayaba, que por aquí no he visto, sirve lo mismo para un magnífico refresco que para denominar un tremendo engaño. Yo se lo he dicho a mi mujer, que es catalana: "incorpora localismos para cuando visites la isla entres directo al grano"; es decir, al asunto. ¡La pobre! Tiene acné juvenil y si lee esto del grano pensará que lo que digo tiene doble sentido. Ahora tiene uno en el mentón que la trae desquiciada. Yo soy un hombre desgraciadamente recto, que habla en sentido recto. El rey de la doble intención acaba de morir hoy mismo en Holguín, a unos 700 kilómetros de La Habana. Se llamaba Faustino Oramas, pero todo el mundo lo conocía como El Guayabero. Su música era una letanía, servida de un estribillo reiterado hasta la saciedad pero con una copla rimada demasiado salpicona para algunos gustos. Había ingenio en su puesta en escena. Apenas se movía al cantar. La gracia estaba en la escasa letra que rozaba sugestivamente con lo soez. En ese tono está parte de la tradición popular.
Murió a los 96, aunque los médicos de su ciudad dijeron que la edad biológica del juglar alcanzaba los 103 años. Yo lo vi un millón de veces en Holguín y siempre me pareció conservado en cámara fría, aun cuando el terrible calor de esa ciudad nos achicharraba a todos los demás. Su sombrero alón, sus espejuelos, sus delgadez, su piel tersa. Los negros se conservan más, eso ya se sabe. Ahora lo que se está investigando es la extensa durabilidad de los músicos; no de cualquier músico, sino de los que han vivido a la sombra del son, la guaracha y la farándula en general. El Guayabero era uno de éstos. Quedan más. Santiago de Cuba y las otras provincias del oriente nacional están llenas de viejitos que todavía dan la hora con la botella de ron al lado.
Esa es otra cosa: ¿El ron es combustible, antinflamatorio, vasodilatador, longevizante, relativista o concretizador?
La nota de prensa dice que El Guayabero murió de una enfermedad hepática. Quizá no bebía ron, no tengo el dato, pero lo dudo.
Lo cierto es que a todos estos tesoros cuasicentenarios les une una característica: saben tirar un cable a tierra. Descargar, desconectar, descompresionar. Parecen ser las palabras de cabecera para no cabrearse demasiado en el trópico particular que tenemos los cubanos hace ya casi cinco décadas. Es pura filosofía de la vida. Pregúntele usted a uno de esos cantantes antiquísimos. Le dirá que, tanto en las buenas como en las malas, no valen guayabas verdes. ¡Ni guayaberas en la percha!, que es el atuendo nacional y también ayuda a conservarse en la línea. Faustino: me acuerdo de ti a cada rato por aquello que advertiste:
¡Cuidao con el perro, que muerde callao..!



Marzo del 2007

1 comentario:

Silvita dijo...

Ah! Yo también me lo pregunto: cuál es el misterio de esos viejitos? A tomar ron y cantar sones y guarachas, caballero, que es el secreto de la vida eterna!