Por mucho que intento, no logro quitarme de la cabeza los dos suicidios cubanos ocurridos en el exilio en Semana Santa. Aunque parezcan hechos aislados, los que vivimos fuera de nuestro país, medio o enteramente desterrados, sabemos que hay líneas de conexión.
Heriberto Hernández Medina, según he leído, era un hombre
de mi generación –solo un año mayor-, establecido hace bastante tiempo en
Miami, con descendencia, esposa, negocios y una obra literaria. Era alto y
robusto, alegre según dejan ver las gráficas publicadas en diferentes webs de
la cubanidad allende los mares. Se lo
encontraron con un disparo en la cabeza dentro de su automóvil. Hay quien se ha atrevido a decir que “Heriberto mató a Miami (y matar a Miami es
terminar con una situación insostenible que pretende pasar por norma). Mató una
época. Mató una falacia, una manera falsa de practicar la poesía. Mató por
matar, por demostrarse a sí mismo que detrás de todas las acciones, incluso de
las más insignificantes, está siempre el ‘hecho’ definitivo…”.
Son especulaciones. Parece ser que no hubo un papel en la
escena del suicidio que asegurara nada.
Pero duele, en todo caso, esta muerte.
Duele porque sabemos lo que cuesta llevar encima el
desarraigo, lo que cuesta emprender, reinventarse uno mismo por necesidad
impostergable; duele porque sabemos que el exilio nos cambia, para bien o para
mal. En mi caso –hoy lo venía pensando en un tren- he dejado de ser romántico.
¿Es esto bueno o malo?
No es bueno ser algo parecido al joven Werther. Se sufre
mucho. Pero al mismo tiempo molesta que uno tenga que verse obligado a poner
los pies sobre la Tierra.
El tren dio para más.
Pensé en ese pobre historiador que salió de la cárcel
política castrista para acá, sin tener la opción de que le situaran al lado a
un psicólogo especializado en catástrofes. Llegó en los peores momentos de
España de los últimos tiempos, pero creo que ese no fue su problema
fundamental. Sospecho, especulo, como muchos compatriotas, que su gran
decepción de la vida llegó cuando comprobó que ninguno de los dos partidos que
gobiernan este país, el PP y el PSOE, nos quieren para nada. Que, más que eso,
nos utilizan.
Albert Santiago Du Bouchet se fue a Canarias tal vez a
encontrarse con esa Cuba tropical del futuro que todos soñamos, y se dio de
bruces con la triste realidad mediocre que pulula en este país, incluyendo sus
archipiélagos. Un país donde el desarrollo tecnológico –los medios técnicos
en las manos de cualquiera- se ha ido
por delante del desarrollo del pensamiento. Puede pasar esto en cualquier
lugar, pero cuesta creer que pase en Europa.
Y tal vez allí, rodeado de agua por todas partes, con la
economía sumergida, ahogándose el territorio en el desdén que produce la política,
literalmente se puso la soga al cuello. Todo un drama. Su mujer e hija en
Móstoles, Madrid, sin dinero, sin poder retirar el cuerpo. Lo que ha pasado
llamó mucho la atención a los medios españoles y el poder ejecutivo en curso se ha lavado las manos. Los desterrados cubanos firmaron un contrato por una equis
cantidad de dinero y este contrato caducó.
El tren me dio para ordenar, más o menos, estas
recomendaciones, para los familiares que viajaron al destierro, no para los ex
prisioneros de conciencia que no tendrán jamás compensación:
1. No confíen en ningún político. Cuba, en España, es un
simple comodín.
2. Disfruten, en la medida de lo posible, el acceso a la
información y la libertad de expresión.
3. Emprendan con dignidad, si se les cruzan en el camino,
porque todavía existen, algunos empleos de servicio doméstico, geriatría y
cuidado de enfermos y niños. Les dará un sueldo y el sueldo les dará más
libertad.
4. Escriban, si pueden, sus memorias. Va bien escribir.
5. Si les gusta beber alcohol, háganlo con moderación y
eviten en la medida de lo posible beber solos.
6. Relativicen siempre, y más ante los malos días. No olviden
nunca a los que cruzaron en balsas el Estrecho de la Florida y no olviden que
tienen un documento de identidad español que les ampara. Muchos hemos vivido en
un limbo ilegal durante años.
7. Traten de ver Cuba en su justa dimensión, la de isla
que comparte el Caribe con otras. Eviten hiperbolizar.
8: Piensen en la raíz etimológica de la palabra Humildad y verán que no es exactamente
lo que nos dijo la mal llamada Revolución. Esta palabra no tiene por qué estar
ligada a la pobreza material.
9. Siéntanse ciudadanos del mundo; disfruten, en la
medida de lo posible, las comidas y costumbres de otras latitudes, aprovechando
la coincidencia de migrantes en España.
10. Eviten el chovinismo a toda costa. Hay otros pueblos
desgraciados.
¡Éxitos!
Update: Agrego una recomendación, a partir del comentario de Roberto:
A no ser que se trate de médicos, no pierdan tiempo ni dinero en homologar títulos. No sirven de nada en España y, por otro lado, el régimen de la isla se queda con beneficios económicos.
http://www.diariodecuba.com/cuba/10578-madrid-dice-que-ayudara-los-exprisioneros-cubanos-encontrar-un-empleo
Foto del autor. Atardecer en Barcelona.
6 comentarios:
JORGE:suscribo totalmente tus recomendaciones a nuestros compatriotas.Los cubanos hemos vivido durante años en un mundo irreal y tendemos a idealizar las cosas.Ellos, como nosotros, han "chocado" con la realidad de frente y sin freno.Nunca he entendido el por que la mayoria decidio abandonar Cuba y que esperaban de España.Les han utilizado a todos y algunos puede que les interece que les utilicen.No confio en la honestidad de todos, pero me da pena la forma en que los cubanos vamos por el mundo mostrando ser los mas sufridos para luego descubrir que no somos mas que UN INMIGRANTE MAS en la cola por vivir en una sociedad mejor.En el caso que nos ocupa sin duda el gobierno de este pais(ambos partidos mayoritarios)les han utilizado.Pero no nos olvidemos de los millones de parados nacionales e inmigrantes con problemas de todo tipo.Hay alguno incluso que es medico y no entiendo por que no ha podido homologar su situacion y trabajar en un año.La cosa esta dura;pero si se quiere: se puede salir adelante!!No tengo dudas en eso porque lo he vivido.Un saludo:ROBERTO
Hola, me parecen muy útiles las recomendaciones. El proceso de tomar conciencia de la realidad del inmigrante y el coste emocional que implica vivir desterrados (para los cubanos que ya han perdido la residencia en Cuba), es frustrante y difícil de digerir. No obstante, como bien dices, la relativización y el disfrute espiritual de sentirte "dueño de ti mismo", o al menos, el poder gozar de ciertas libertades que en nuestra patria nos han sido negadas, pueden ayudarnos a sobrellevar el resto del largo y duro camino de recomenzar lejos de todo lo conocido y querido. Recomenzar en casi todos los ámbitos de nuestra vida implica ser flexibles en nuestras concepciones, aferrarse lo menos posible al pasado.
acabo de dejarte este comentario en facebook pero como no somos amigos por alla segun creo -aunque si en la vida real- te lo dejo aqui:
acabo de ver tu post Jorge y la verdad es que la coincidencia es tremenda. esto lo publique hace años en mi blog mientras revisaba una traduccion de una amiga hungara y en estos dias estoy etiquetando posts antiguos em lo encontre y lo reproduje aqui en facebook, como las viejas programaciones del verano. y la verdad es que me alegran las coincidencias que en realidad son muchas mas. un abrazo, enrique
Pues seamos amigos por allá, Enrique. Ahora mismo te solicito amistad virtual luego de compartir contigo algunos momentos inolvidables en fiestas universitarias y luego en mis trasiegos en bicicleta por el Cementerio de Colón, necrópolis sui géneris de la que fuiste historiador en Cuba. Gracias, te solicito amistad públicamente.
Sophia, perdona, pero me quedé mudo luego de tus bellas palabras. Gracias y casi que no tengo nada que acotar, excepto que mis recomendaciones parten de lo vivido. Me ha ido bien mentalmente luego de pasar años cuidando ancianos y enfermos terminales y recorriendo la ciudad en ambulancia, cuando yo no tenia papeles. La verdad es que no sé quién o qué era ilegal entonces.Abrazos.
Gracias Jorge, a mi me ha pasado algo similar. Ahora ya me siento mucho más integrada pero de vez en cuando me entra el gorrión, como a la mayoría de cubanos que hemos dejado allí una parte inolvidable de nuestras vidas(la más inocente),los mejores amigos (los de la infancia y la juventud), los sitios más queridos. La patria, que para mí no es más que esa mezcla de cultura, geografía y afectos, se pega a la piel de sus hijos, los marca para siempre, y allí donde vayan la llevarán consigo. Es muy difícil vivir sin sentir su protección, su calidez, su explosiva alegría, su radiante belleza. La frase "madre patria", en la lejanía, adquiere todo su significado, porque así es como se siente. Sus "genes" los llevamos todos los cubanos y en el fondo casi todos (con excepciones incomprensibles para mí) soñamos con su liberación para volver a sus brazos.
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