jueves, 19 de abril de 2012

El infante Don Juan Carlos


Un viaje del monarca “a la semilla” ha puesto en peligro la estabilidad civil de España

Todos contentos hoy por las palabras de arrepentimiento del Rey, según hemos podido apreciar en las denominadas tertulias de debate político de la televisión.
El presidente Rajoy, por su lado, desde Colombia, daba por cerrado el caso, aludiendo a la ejemplar labor diplomática ejercida por el monarca durante 37 años, lo que ha garantizado –se ve que esto no hay ni que discutirlo- un equilibrio en la sociedad civil.
Si es así, se confirma, pues, que el reverbero habido entre las dos Españas puede llegar a calentarse rápido de faltar la monarquía, tratándose de una herida cerrada en falso al término de la Guerra.
La imprudencia de Don Juan Carlos ha puesto en claro varias cosas. Una es precisamente lo que decíamos, lo necesaria que es la monarquía para que este país funcione medianamente bien; otra es la hipocresía de los dos partidos políticos más fuertes y que habitualmente se alternan el gobierno, justificando todo con las palabras de arrepentimiento y pasando página rápido. Otra es que en España hay mucha gente que, no por antimonárquica, tiene que ser republicana, y, entre otras aristas que se podrían analizar, está el sempiterno asunto del pago de la ciudadanía a la Casa Real, a sus caprichos y a su holgada vida.
En tiempos de estrecheces como los que corren cualquiera se cuestiona hasta la última “peseta”.
Porque si bien la televisión, la prensa en general, hoy no paraba de repetir que fue un magnate árabe quien corrió a cargo del safari, en ningún momento se precisó quién pagó los gastos de la guardia personal y el médico de cabecera del Jefe de Estado durante el viaje.
También se ha puesto sobre la mesa que Don Juan Carlos está cerca de entrar en la senectud, si no lo ha hecho ya, y que un anciano con demencia senil, pérdida de memoria o inconsciencia de sus actos no puede, o no debe, representar un país. En ese estado, dicen los expertos, se vuelve a la infancia con algunas actitudes.
Pero más allá del perdón solicitado –“...no volverá a ocurrir”, dijo el Rey- las franjas de debate, tal vez por conveniencia, no fueron a lo fundamental, que es el problema ético de todo este revuelo:
¿Está bien o está mal matar elefantes?
Por esto, la ambigüedad en las palabras que hoy conmovieron la sensibilidad pública no dejaron claro si es que, en los próximos safaris, se informará oportunamente o, por el contrario, el soberano no volverá a apuntar con un rifle al animal en su hábitat.
Pero al menos podemos estar tranquilos de que las redes sociales, hoy por hoy, no perdonan ni un desliz.

 En la imagen superior, Don Juan Carlos, a la derecha, junto a su hijo Felipe, sucesor de la Corona y de quien se dice dirige ya el país.

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