El caos de la rotonda más loca de Barcelona –Plaza España-
desfigura bastante las cuadrículas
apacibles que vienen a continuación, hacia ambos lados de la Gran Vía de les
Corts Catalanes. Nada que ver el magnífico trazado de Idelfons Cerdá (que
distingue, sobre todo en las vistas aéreas, a la Ciudad Condal) con el remolino
de elementos visuales que adornan el entorno de la mayor circunvalación urbana,
no por casualidad conocida como el terror de los estudiantes locales de automovilismo.
Desde el pórtico romano que hay ahí y que copia al de la
Ciudad Eterna –más grande incluso que el de Roma-, hasta la racional fachada
del hotel Catalonia Barcelona Plaza, con su reloj cuadrado, pasando los ojos por
la antigua plaza de toros, las Arenas, morisca, hoy convertida en centro
comercial y modernizada con un ascensor espectacular, todo ese redondel
bullicioso es uno de los sitios que nunca me atrajo de la ciudad donde vivo.
Luego, cuando aprendí a conducir, y me llevaron allí a discutir espacios con
motos, taxis y autobuses, disciplinadamente me alejé más.
Aunque siempre hubo una manera expedita de llegar a
CaixaForum –la gran pinacoteca gratuita dotada de grandes sorpresas-, que está
detrás. Yendo en metro y conociendo la salida correcta, dejábamos a un lado el caos, como quien coquetea en la
orilla sin mojarse los pies.
Ahora volvemos por Goya, el gran maestro –y loco también-
de la pintura española. Dice la prensa que su arte no pisaba Barcelona en 35
años y que esta recopilación de obras (Goya.
Luces y sombras) es el más sucinto y a la vez extenso recorrido por su
vida. Tal vez esto último, luego de ver la muestra, nos lo hayamos recreado.
Lo cierto es que uno se queda con ganas de más. Sobre
todo de ver más piezas al óleo de gran o mediano formato, porque, entre el
centenar de títulos, lo que abundan son pequeños dibujos y grabados. ¡Y nada de las
pinturas negras del aragonés! ¡Qué pena!
Sí está, para compensar, La maja vestida, casi a la entrada, solitaria en una pared. La desnuda la dejaron en Madrid. Una para
cada ciudad. Y es que la muestra es un préstamo sin precedentes del Museo del
Prado, que obliga al viajero, al turista, al seguidor de Goya a tomar un vuelo
directo para completar, dígase de igual manera en tren, tomando al Ave como
tal.
Ah, pero da gusto ver grandes cuadros como El quitasol y El albañil herido, o los motivos que el genial artista dedicó a la
Guerra de Independencia y, paralelamente, al oscuro y cruel mundo taurino.
Pero, si Goya sabe a poco, en la sala de al lado está Eugène
Delacroix, el exquisito pintor francés. La vasta exposición fue preparada por
el museo del Louvre para todos aquellos que, viviendo o de paso en Barcelona, se
atrevan a sortear los obstáculos de Plaza España, superar el embrollo visual y
hacer oídos sordos a una de las ciudades más contaminadas acústicamente de la
vieja Europa.
Foto del autor
Plaza España
Nota: Goya. Luces
y sombras estará expuesta hasta el 24 de junio.
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