Nuestros televisores cansinos de frivolidad, de tanta crónica roja, de la crisis mundial ofrecen otros rostros. Son los presentadores alternativos, dispuestos, como el bateador emergente, a salir al ruedo en busca de su minuto de gloria.
Abundan programas enlatados. Se van del aire meteorólogos habituales. Aparecen otros de recambio diciendo que va a llover.
Todos los años llueve y todos los años derraman lágrimas los devotos de santos inocentes, allá en Andalucía, donde la pasión es el sustento de la raigambre popular. Lloran porque no desfilan sus figuras de cerámica y oro, porque se mojan esos patrones que conceden deseos y salvan vidas en la más triste oscuridad.
En Granada un preso común es indultado. Aparece envuelto en túnica negra ante el altar y reza una oración. Es joven. Sus manos son largas y fuertes.
En todo el sur se arrojan a la calle miles de fieles vestidos de nazarenos. Los costaleros cargan el peso increíble de la pasión sin buscar la bendita gloria.
Todo habrá terminado entre cañas y barros –también con el pescadito frito y la cerveza entre pecho y espalda-, y la televisión dirá que regresan los jornaleros de la Operación Salida.
Hay muertos en la carretera y largas filas de vehículos cansados en otra de las imágenes.
En el autobús, una mujer a mi lado asegura, conversando con otro, que no come carne mañana. El otro dice que se salta la cláusula porque los curas son ladrones de mucho cuidado. Dice que en un lugar de Andalucía cobran la misa a cinco euros.
Hay malhechores en el mundo. Creí que la Tierra se abría a la mitad porque amaneció mi coche con un cristal roto y el agua estaba dentro.
En solo un día lo cambiaron. Para eso pagamos todo el año, para que no ocurran desgracias en habitáculos pequeños a los que queremos por alguna razón.
Puesto el vidrio y de recogimiento el Puente Santo, aparecen dos noticias en medios cubanos del exilio.
Se suicidan dos expatriados, un poeta en Miami y un historiador en Canarias.
También ocurrió en Semana Santa.
1 comentario:
Gracias, un abrazo desde acá.
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