jueves, 11 de agosto de 2011

El doctor Adrià


Crónicas desde Can Ruti (XIX)

El joven especialista fue visto en el Bósforo hace unos días. Localizado por una amiga nuestra.
Nos llegaron noticias de él a través de las redes sociales:
“María”, decía el texto:"Uno de tus médicos está aquí de vacaciones. No es de extrañar que los catalanes, viajeros natos, coincidan insospechadamente en cualquier confín del mundo”.
Su escapada duró poco. Hoy el médico se presentó en la visita ordinaria de la Cuarta Planta. Llevaba unos zapatos azules de punta fina y un tejano debajo de la bata blanca. Nos saludó y sonrió al darse cuenta de que ya sabíamos dónde había estado. Pidió que los acompañantes salieran, como indica el protocolo, para comenzar su visita profesional. Afuera, en el pasillo, imaginé la tranquilidad de mi mujer al sentirse arropada por su galeno predilecto. La suavidad al hablar de este hombre, su locuacidad perfecta y medida, sus ojos alegres y, en fin, la juventud marcada en el rictus, hacen que los demonios huyan. Se despeja algo en la mente de una muchacha inmóvil. La esperadora, paciente, recupera las ganas de ser mujer sin perder el sentido inminente de la maternidad, sin perder de vista las fuertes contracciones que llegarán en unos días más.
Enumera sus dolencias una a una sin que aflore un tono de queja. Se siente identificada con el hombre apuesto que ahora es su médico. Entonces se escapan lágrimas excelsas, ofreciendo al paso un metalenguaje esclarecedor de todo lo que ha sucedido en la ausencia del joven. Ella siente la necesidad de expresar cómo ha cambiado su cuerpo y él le cree inmediatamente. El hombre sirve de testigo sin apenas pronunciar palabras. Ha visto muchas mujeres a punto de parir.
El médico también se confiesa. Indica la ruta de estos días y traza el seguimiento al milímetro del estado de la gestante. La anima a aguantar hasta que pueda, ahora que el trabajo más largo está hecho. Ella piensa que él no ha estado allí todo el tiempo, pero no lo culpa. También recuerda unas vacaciones cuando estuvo a punto de sacar billetes a Turquía.
El doctor Adrià es de su generación. Sabe comprenderla mejor que cualquier otro pero, más que eso, le inspira confianza. Todo comenzó cuando el ginecólogo, una vez, le explicó muy fácil el proceso de un embarazo gemelar. Entonces a ella le pareció la guía de un amigo y decidió ponerse en sus manos, si es que la vida, las circunstancias, las rotaciones de la Tierra lo permitiesen.
Al salir, el médico me explicó, en síntesis, lo mismo que le había dicho a María.
-Bienvenido-dije después.
-Ah, ¿vuestra amiga ya les contó?¡Qué pequeño es el mundo!
-Sí, la verdad es que nos alegramos mucho cuando supimos que estabas pasándola bien en Turquía-tuteé al ginecólogo para acortar distancias.
-Me gustaría leer tu blog-dijo él-. Sé que estás escribiendo sobre el ingreso de tu mujer.
Entonces comprendí que nuestra amiga había contado algo más de lo que es evidente acerca de nosotros.
Entré a la habitación y vi a María tan feliz como la tarde en la que le llevé un helado.
Conversamos sobre el doctor Adrià y le pregunté:
-¿Por qué te gusta tanto?
-Porque es alternativo- respondió la diseñadora gráfica, la licenciada en Bellas Artes, la estudiante, la profesional, la mujer que prepara en casa un Suquet de Peix, e invita a sus amistades a brindar con un vino blanco catalán envasado en una botella azul.
(Continuará…)

Foto de María García.
Autorretrato. Mujer embarazada con hombre en la cocina

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