jueves, 18 de agosto de 2011

No es coser y cantar


Crónicas desde Can Ruti (XXII)

En realidad, si María no hubiera estado ingresada –con asignación de cama y varios servicios incluidos-, con el “cuadro” que ha tenido hoy la enviarían a casa. Urgencias Maternales funciona en verano –cosa rara en esta ciudad-, pero existe un protocolo de camino al parto. Al menos hay que conseguir borrar la altura del cuello del útero, dilatar ocho centímetros y presentar una dinámica de contracciones fuertes cada cuatro o cinco minutos.
De todo esto, lo único que cumplimenta María es lo último. Pero es que ella entró precisamente a este hospital con amenaza de parto prematuro provocado por contracciones. Debe ser por eso mismo que, aunque le duelen, está tranquila, caminando los pasillos de punta a punta y comiéndose una cajita de galletas con chocolate mientras escribo estas líneas, a las nueve y media de la noche.
Durante el día, hemos bajado dos veces a Urgencias y los monitores informan lo siguiente: Dinámica de parto. A continuación, el médico adjunto o el residente de turno realiza un tacto para no utilizar la máquina ecográfica que en definitiva indicaría lo mismo: No hay dilatación suficiente. Claro, podrían dilatarla artificialmente, pero no es menos cierto que acaban de finalizar el tratamiento de frenos esta misma mañana. Debemos comprender que el parto es un proceso con diversas manifestaciones de dolor, pero también es un procedimiento prácticamente perfecto.
Anoche mal dormí en vano. Soñando con los niños, con La Habana, con mi madre. Al reposar la cabeza, no calculé lo que estoy escribiendo, aunque lo sabía de antemano. Creo que no se trata de nervios, sino de la certeza de que el cuerpo humano, la gestación, no es en cambio una maquinaria exacta. He acompañado a María en contracciones fuertes muchas veces, en estos últimos dos meses, pero, en el hospital, nunca la había visto desconectada de una bomba de suero fisiológico por donde baja el freno de motor.
Debe correr un día entero, o al menos medio día, para que el cuerpo se entere de la libertad.
La doctora de la mañana, una simpática residente llamada Ariela, recomendó dos cosas básicas para acelerar la oxitocina, que es la hormona desencadenante: Caminar o realizar cuclillas y hacer el amor. Lo segundo, sinceramente, lo tenemos complicado.
María tomó una ducha tibia con absoluto placer. Aunque estuve cerca de ella todo el tiempo, no dejó que le hiciera nada. Quiso probar sus alcances, sus funciones básicas y motoras después de tanto tiempo.
Hoy nos hacía ilusión que nacieran Marc y Lucía. Es Santa Elena.
Así se llamaba mi madre que murió de cáncer el verano pasado en La Habana.
Hubiera sido una dedicatoria a esa abuela que, para decirlo entre nosotros, fue la que inspiró a los jimaguas. Con el último aliento me pidió que tuviera un hijo con María. Vinieron, pues, o están por llegar, dos.
A mis 46 años debuto en Barcelona ayudando en el Trabajo de Parto.
Esta frase se explica por sí sola y es muy popular. Fuera del sentido literal, el Trabajo quedaría como una metáfora de algo difícil de conseguir, que lleva tiempo, paciencia y esfuerzo. Con responsabilidad, eso sí, debo asegurar ahora mismo que, aunque es lindo, dar a luz no es como coser y cantar.

(Continuará…)

Foto del autor
Bessones, mellizos, en catalán. Artesanía de latón y acuarela. Nos la trajo una pareja de amigos, mucho tiempo antes de concebir a Lucía y Marc.
Nota: La cesárea de Cristina, nuestra compañera de habitación, ha sido pospuesta para el miércoles 24, la semana entrante.

3 comentarios:

María dijo...

Me alegra saber que todo va bien, aunque despacio... así es la naturaleza. Y resulta que tenemos otra coincidencia: mi madre se llama Elena!

Jorge Ignacio dijo...

maría, gracias por seguirnos. escríbeme al mail que aparece en este blog. me gustaría conocerte. un abrazo.

Silvita dijo...

Pues masajes suaves o caricias también "aceleran la oxitocina". Eso seguro lo sabe María, que es masajista. Masajes suaves, agradables y continuos...
Besitos a todos ustedes, familia!
Silvita.