lunes, 26 de abril de 2010

Cuando termine el rocío…



El universo lorquiano está poblado de mujeres duras, enérgicas y con el rostro compungido, vestidas de negro de la cabeza a los pies. Llevan ese luto perenne impuesto por la Iglesia y por aquellos tiempos tan oscuros en los que la represión del cuerpo femenino ganaba fuerza, sin embargo, en el conjuro de la unión entre ellas.
Este es un lado triste de la historia de España que ha dado al arte uno de sus más grandes calificadores. Porque Lorca lo planteó en la literatura y los creadores, con el paso del tiempo, han hecho suyo ese ámbito a través de la danza, retumbando las tablas sin temor alguno.
No hay que ir a Andalucía para verlo. La emigración interna en la península también arrastró, entre otras cosas, su folclor. Estas muchachas que aparecen en la foto rozan los veinte años y han nacido en Catalunya, lejos del escenario natural donde Federico García escribió. Pero llevan en la sangre la veta flamenca del sur, el lamento profundo de aquellos cantos y el tempo del taconeo trasmitido de generación en generación.
Y ahora el taconeo está en escena en la Feria de Abril de Barcelona, dentro de las casetas de cada pueblo andaluz, de cada hermandad rociera y de cada agrupación sindical. Solo hay que darse una vuelta por allí y dejarse llevar por alguna corazonada, como me sucedió este sábado que andaba como loco buscando un sitio concreto. Al final decidí instalarme en la carpa de la Hermandad Rociera de Rubí, porque ese pequeño pueblo del Vallés Occidental en los alrededores de Barcelona fue el que me dio cobijo la primera noche que llegué de Cuba. Solamente por eso entré.
Y fue una acertada elección. Aparte de las sevillanas –las danzas, no las mujeres-, que suelen ser una letanía al cabo de veinte minutos, encontré un fabuloso espectáculo a cargo del grupo Azabache, con un montaje escénico de primera línea y un sentido estricto de lo teatral inspirado en Lorca, en sus personajes femeninos. Es todo un lujo disfrutar de la gastronomía del sur (pescaditos fritos, aceitunas, vino de orujo) teniendo delante un espectáculo profesional pero, sobre todo, auténtico.
Esto es lo que tiene Barcelona, que es un crisol de identidades tejidas alrededor del comportamiento catalán. Véase esta Feria –alcanza ya sus casi 40 años- afincada a orillas del mar, en la inmensa explanada de las instalaciones del Fórum que construyeron en 2004 para albergar entonces a uno de los más grandes acontecimientos culturales del mundo. Porque Barcelona crece a golpe de eventos, crece así arquitectónicamente sin que pueda evitar que cuele la especulación.
En la mesa contigua, una familia me miraba hasta que la señora mayor se acercó a mi oído:
-Oiga, joven, a usted lo tenemos visto y no sabemos de dónde.
-Es posible que tenga un doble- respondí para salir del paso.
Se marcharon temprano –el familión llevaba niños y ancianos- y yo seguí tratando de recordar hasta que di con aquellos rostros. Eran vecinos de El Carmelo, barrio de emigrantes andaluces donde trabajé alguna vez en una tienda como vendedor de electrodomésticos. Claro, además de que les vendí un televisor de pantalla plana, fui a su casa a instalárselo porque la señora mayor no se aclaraba con los botones. Pero en la Feria de Abril todo se diluye, se mezcla y se crece en un formato de gente alegre, formato compacto y apurado en las colas de los baños portátiles de la trastienda.
En estos días, si vas a las casetas, todos somos iguales y caminamos al anochecer y paramos la marcha cuando termine el rocío, según dice la canción.

Foto del autor
Una imagen del espectáculo de Azabache, que me llenó de vida y de reflexiones al seguir un instinto. Supuse que el recuerdo de Rubí me traería buenas vibraciones.
La Feria de Abril concluye el próximo 2 de mayo y se prevé que por allí pasen alrededor de dos millones de personas, según la prensa local.

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