sábado, 2 de julio de 2011
Para ti, Marc
Can Ruti es una montaña mágica. En ella construyeron un hospital a los Cuatro Vientos. El Germans Trìas i Pujol, de medicina general y también eje docente, nos vio llegar en un taxi amarillo y negro que pasaba de pura casualidad por la puerta de nuestra casa. Tu mamá estuvo adolorida durante toda la tarde, hasta que decidimos subir a Urgencias. ¡Un hospital en las estribaciones de una montaña!
Todo verde por el camino, todo limpio, todo vegetal.
El taxista era un señor mayor; debía estar a punto de jubilarse. Cuando le indicamos el destino -siendo él de Barcelona Ciudad y no de donde vas a nacer tú-, nos dijo que le sonaba, que le sonaba. Claro, aquí todo el mundo conoce esa altura y nada más nos montamos en el coche di la orden muy clara:
-A Can Ruti, por favor.
El hombre se alumbró enseguida. Comenzó a ascender con muy poca marcha por la carretera de doble vía. Para mí estaba bien. No era la primera vez que subíamos a Urgencias para ver cómo estaban tu hermana y tú. Pero esto ahora lo recuerdo recapitulando, que si no, hubiera pisado yo mismo el acelerador.
Ya nos conocen en la puerta y nos hicieron pasar rápido. La cara de tu mamá sufría por los cuatro; también por el taxista y por todo aquel mundo que acabábamos de dejar en llano, donde está nuestra casa. Todavía me resulta raro subir del mar a la montaña como si nada, en un abrir y cerrar de ojos. Claro que ahora es distinto. Parece que hay prisa. Se siente prisa en el monitor que tiene al lado tu mamá, en su montañita mágica ahora atada con unas correas, donde ajustaron unos sensores redondos –tres- que parecen traducir un lenguaje interno que no entendemos. Te juro, Marc, querido niño, que, aunque no te había visto todavía, sabía que ibas a ser igual que yo, como tu abuelo, parsimonioso y soñador.
-¿Fue por eso que no te dejaste fotografiar la primera vez?
Estuvimos toda la noche en Observaciones hasta que decidieron subirnos al Cuarto Piso, sala de Ingresos, de Ingresos totales o parciales. Yo con la ropa de la playa puesta, con el pelo y los ojos llenos de sal. Tu mamá con la bata de andar por casa con la que la dejé en el sofá tumbada esta misma tarde, poco antes, poco después de que “sus niños” se pusieran de parto. Sí; yo no lo podía creer a pesar de que una joven facultativa, con gafas grandes, suavecita como Platero, ordenaba el Ingreso. Ordenó además que inyectaran a tu mamá para que vuestros pulmones crecieran rápido, a la velocidad de la luz.
Una jeringuilla llevó entonces el precioso líquido hasta tus pulmones, por si se presentaba la necesidad extraordinaria de que “mis niños” vinieran a este mundo con Siete Meses, apurados por la necesidad de buscar espacio, más espacio. No dormimos esa noche. Ninguno de los cuatro. A la mañana siguiente se aclararon las cosas con la misma doctora de las gafas grandes. Nos dijo que tú estabas colocado para salir, que tu hermana Lucía, siendo unos centímetros más grande, estaba situada más arriba y no tenía tanta diligencia. Nos llevaron a la sala de ecografías para verte entonces en tercera dimensión, o en cuarta, no sé bien. Vi tus labios esta vez, tu nariz, tus cejas, tus ojitos dormidos. Me pareció ver una fotografía de antaño en la que aparecía yo con pantalones cortos y zapatos raspados, sonriéndole a la vida que nos habían ofrecido tus abuelos en medio de una revolución stalinista. Te vi y me vi.
Como mismo vi a Lucía antes.
Sin embargo, me faltabas tú.
No te apures, Marc. Ya todo está hecho para esperar la paz. Ya no hay revoluciones embusteras aquí donde vivo, aquí donde te tocará nacer. He venido hasta este lugar para eso, para que la prisa tenga sentido si es que llega; si acaso, alguna vez, tuviera que llegar. Estamos ahora los cuatro en la montaña mágica, dejando pasar el tiempo en la cama de un hospital, pero no es un hospital cualquiera. Esto se llama Can Ruti y es una sierra desde donde se ve el Mediterráneo; desde donde se puede detener el tiempo. Te esperamos, mi amor, no corras todavía.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Extraordinario el amor con que hablas con tu bebé, has crecido muchísimo y me llena de placer saber que eres capaz de subir a tu montaña mágica para ver salir dos pequeños soles que alumbrarán tu vida. Ya verás que Lucía y Marc estarán bien para daros un beso a sus papis por querer salir a pasear antes de tiempo. Todo saldrá bien y dentro de poco serán anécdotas contadas desde una montaña llena de hadas protectoras. Felicidades, besos a María y esperemos que los bebés esperen un poquito más. Un abrazo.
¡Marc y Lucía! ¡Qué nombres más bellos! Aguanten, amiguitos, que en la barriguita de mamá María se está bien. Un poquito más y ya pueden salir para producir ese rico (??) insomnio a los papis. Deseo de todo corazón que todo vaya bien.
Un beso a los 4
Publicar un comentario