miércoles, 6 de julio de 2011

Un calor anticipado



Crónicas desde Can Ruti (III)

Todos se van. Hemos visto a mucha gente de tránsito en nuestra habitación compartida. Embarazadas, recién paridas, sus familiares. Pero al final se marchan a casa. Cuando pienso en que hay un final es que el nuestro no está siquiera anunciado en tablilla. Los médicos nos dicen que, hasta que no tengan absoluta garantía de la desaparición de las contracciones, no bajamos de esta montaña.
A un embarazo gemelar lo miran con lupa.
María está aguantando la situación. Sus horas pasan lentas. A veces intento entrar en su mente para saber qué pasa en su mundo interior. Creo que no es tan complicado: El instinto de madre comenzó al nacer ella misma, hace ahora 35 años. Un programa de reproducción se instaló en su paquete genético y ahora lo desarrolla. Quiere a sus hijos con locura, quiere verlos. Pero sabe que hay que esperar. Los toca suavemente con las palmas de sus manos; dibuja con ellos los contornos que se alzan en su vientre; ha sentido sus pies, sus espaldas. Tiene para escoger y no escoge. Siente lo mismo por los dos. Un inmenso amor.
Ayer me dijo entre lágrimas que estaba consciente de que su función fundamental, ahora, es soportar el tiempo. “Soy una incubadora”, expresó así su sentimiento, con pocas palabras, haciendo la broma para quitarle “hierro” al asunto. Marc y Lucía –y viceversa- se alimentan vorazmente, rápido comen. María ha bajado su tono muscular. Sus defensas también han bajado. Tiene anemia. ¡Y es que son dos criaturas!
Dos comiendo, dos moviéndose, dos queriendo salir sin saber exactamente a qué se exponen. Su mamá es una incubadora.
Los galenos la tienen todo el tiempo controlada, con un medicamento intravenoso para frenar las contracciones. María no está de parto todavía, pero su vientre sí.
Tendrá que aguantar hasta las 32 semanas como mínimo, hasta que Lucía y Marc alcancen los 2 kilos cada uno. La última vez que los pesaron mediante ultrasonido, la niña estaba en 1 kilo 400 y Marc en 1 kilo 100. Ya deben haber engordado un poco más. Se alimentan muy bien.
Can Ruti parece un hotel de alta montaña. Es el que nos toca por la Seguridad Social. Hasta aquí llegan personas de todos los estratos civiles. Esta mañana, la sala de espera estaba ocupada por una familia gitana, de esas que se mueven en multitud hacia todas partes. Habían hecho su campamento de estar en la Planta Cuarta, al lado de una cristalera desde donde se observa el Mediterráneo. Las mujeres llevaban puestos sus imprescindibles delantales, como si vendieran flores en el hospital. La familia esperaba un bebé.
Me senté en una silla que habían dejado vacía mientras esperaba a que limpiaran nuestra habitación. Al volver, María me pidió que la abrazara y lo que hice fue meterme en la cama con ella. Nos abrazamos los cuatro durante un rato y pensé sin decirle lo grande que es este sentimiento. La fuerza que da.
Entró una enfermera y vio a María llorando.
-Son las hormonas, guapa- jugó con mi mujer-. Este capítulo está en la letra pequeña cuando uno firma el contrato maternal. ¿No leíste la letra pequeña?

(Continuará…)

Foto del autor
Familia gitana

Menú del día seleccionado por María
(la comanda viene en catalán)
GI 19A (CR) GINE
BÀSICA
Amanida calenta despirals
Pollastre forn amb xampinyons
Panet 50 gr envasat
06/07/2011 Comida


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