martes, 26 de julio de 2011

Vinkingo de medianoche



Crónicas desde Can Ruti (XIV)

Voy a cerrar los ojos para escribir esto. De hecho, yo no estaba presente.
Anoche dormí en casa porque la historia se alarga; se convierte en culebrón. Y es lógico que, luego de un casi un mes hospitalizados, tengan lugar algunas subtramas dentro del argumento central.
María sufre efectos secundarios del embarazo: El hastío ronda su cabeza; también la pérdida de la conciencia exacta del tiempo –el espacio lo controla mejor-; trasmutación del reflejo de recato en instinto de supervivencia: Cuando alguien permanece varias semanas en una cama Fowler, sin poder controlar las puertas de acceso a la habitación, a merced de enfermeras, higienistas, médicos muy variados, hematólogos, camareras, celadores variopintos, no queda más remedio que entregarse a la divinidad. Y eso divino es lo que llevamos por dentro, el sello que nos diferencia de otros, lo que nos da fuerzas para continuar al pairo sin perder la dignidad.
Ese distintivo sería, dado el caso, la voz; algo que se convierte en poder.
El sentido de la estética ya no importa tanto y sin embargo no llega a perderse.
Entonces, de medianoche, me contaron, hubo que localizar al cirujano de guardia. María conocía el protocolo a seguir: Fue la que dirigió todo desde su cama en la Planta Cuarta. Si prestáramos atención –como ella-, estas subtramas no serían raras, teniendo en cuenta que las hemorroides son bastante frecuentes en las embarazadas. Hacía falta una pequeña incisión para drenar el absceso, teniendo en cuenta que el uso tópico de la medicación no estaba resultando.
La enfermera se cabreó porque el procedimiento no estaba escrito. Pero cumplió el protocolo, tal vez por intuición.
Era muy tarde y podía aparecer cualquier bata blanca mal encajada, con somnolencia e incluso con las manos dormidas.
La sorpresa fue aquel médico rubio, dos metros de alto, los ojos azules, el acento escandinavo –en ese momento no se supo bien de dónde era ese acento- y el corte “limpio” y seguro.
Drenó el hombre, drenó la sangre. Sacudió el bisturí.
Luego, los Servicios Secretos de nuestra habitación informaron que se trataba de un noruego, “uno de los pocos cirujanos guapos que hay en el hospital general” (Cita textual).
Claro, si los médicos y enfermeras españoles se marchan a Londres para adquirir mejor nivel de vida, cabe preguntarse qué hace un noruego en Can Ruti.
Elucubraciones aparte, el alivio de María fue sintomático. Incluso durmió unas horas después.
Cuando llegué por la mañana, me invitó a sentar en el borde de la cama para contarme lo sucedido, pero, tal vez por culpa de las hormonas –que lo viran todo al revés-, informativamente comenzó por el final:
-Esta madrugada me visitó un rubio muy guapo, muy alto…

(Continuará…)

Foto del autor
María en Copenhague, marzo de 2010

Alérgica al conejo, según consta en la comanda de alimentación, María continúa con su dieta rica en fibra, pero se está valorando, debido a los efectos secundarios del embarazo, incluir algún laxante más dinámico. Hoy comió al mediodía:
Arròs tres delicies
Llom amb patates
Panet integral envasat
Fruita
26/07/2011

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