domingo, 31 de julio de 2011

Adiós a Lichi y condolencias a Fefé



No me cabe duda alguna de que el mejor recuerdo que mi mujer, María, tiene de La Habana es un colibrí aleteando en la ventana de una casa. Esa casa está en el centro de la ciudad, en una esquina de El Vedado. Allí, el gran poeta Eliseo Diego escribió buena parte de su obra. Era su despacho y hoy es la vivienda de su hija Fefé.
El colibrí se acercaba a las rejas cada tarde, a libar de un pote de miel que Fefé tenía colocado con toda intención. María, una chica de ciudad, de Barcelona, no estaba preparada para ese espectáculo.
Fefé nos habló de su hermano mellizo, el único que le quedaba entre la familia de primer grado de consanguinidad. Eliseo Alberto (Lichi), también poeta como su padre, narrador y cineasta, vivía proscrito en su exilio mexicano, luego de haber sido declarado Persona Non Grata por la oficialidad cultural castrista , con la publicación de sus tempranas memorias Informe contra mí mismo (Alfaguara, 1997).
Fefé estaba muy triste: En esa isla, la que muchos añoramos desde lejos, había perdido casi todo. Le quedaba, además de algunos amigos, la ilusión de preservar los panteones familiares, en el deteriorado Cementerio de Colón. Muy tímida pero con las ideas claras, Fefé camina todos los días bajo el sol hasta el cementerio, unos tres kilómetros. Lleva flores, aparta hojas secas y pone al día su árbol genealógico en los archivos de la institución habanera.
Parece como si la muerte le acompañe siempre, y, para paliar, recibe las visitas vespertinas del colibrí.
Le conté, de pasada, que los restos de mi padre habían ido a parar a una fosa común, por culpa de ciertas negligencias familiares. Entonces me ofreció, cuando lo exhumaran, dos años después, llevarlo a una de sus bóvedas, donde, casualmente, descansan sus antepasados catalanes. Y así fue: Dos años más tarde viajé a Cuba únicamente para realizar el traslado.
Como se podrá entender, un ofrecimiento de ese tipo no tiene manera de compensación, aunque ella misma no acepta nada a cambio.
Ayer domingo, a los 59 años, moría su hermano Lichi en México, debido a una insuficiencia renal. Yo a Lichi no lo conocí personalmente, pero me leí su Informe... en un bar de la calle Bailén, de Barcelona. Entonces se me pusieron los pelos de punta al pensar que estábamos tan lejos y a la vez tan cerca, que mi padre finalmente está identificado, mediante lápida, en el panteón de su bisabuelo, un médico y político barcelonés, de Cornellá, que fundó familia en nuestra Habana.
Como, para mayor casualidad, estoy esperando este mes unos mellizos, hembra y varón, la noticia de la muerte de Lichi me ha conmovido extraordinariamente. No hago más que pensar en Fefé, en su bondad y en lo mal que le ha pagado la vida.
Estaré recordándola siempre, a toda hora, con mis hijos corriendo por casa. Desde Barcelona, a donde me ha traído el mismo exilio largo y compartido de muchas maneras, le envío mis más profundas condolencias. Sé perfectamente que con la muerte de un hermano mellizo se pierde una parte del que queda, se pierde un nexo indescriptible que ni siquiera los padres llegaremos a sentir con la misma exactitud.
Adiós a un escritor honesto, otro que muere en el exilio.

Vea esta entrevista a Eliseo Alberto, Lichi, encontrada en el portal cubano Penúltimos Días.

Foto del autor
Cementerio de Colón, La Habana.
Gracias al altruismo de Josefina Diego, Fefé, los restos de mi padre descansan con los Giberga y Gisbert, antepasados catalanes de la familia del poeta Eliseo Diego y sus hijos Constante, Fefé y Eliseo Alberto.

1 comentario:

Carmen dijo...

qué curiosa mezcla de sentimientos...