martes, 5 de julio de 2011

Planta Cuarta



Crónicas desde Can Ruti (II)

De noche todo es apacible. De día, a veces, también. Es un edificio de mediana altura, aunque parece más espigado porque está en la montaña. Todo está limpio. Los suelos brillan mientras busco una máquina de café y camino por largos pasillos. Son las cuatro de la madrugada. Me asustaría perderme, quedarme en medio de un callejón sin salida.
No pasa nada. Solo me asusta la idea de asustarme. Conozco las puertas que a esa hora están cerradas y conozco las alternativas para alcanzar la calle, aunque tenga que dar muchas vueltas. Solo por diez o quince minutos –físicos, no mentales-, dejo atrás un día duro. Dejo sola a María, envuelta en un sueño breve, porque sé que me llamará por el móvil en cualquier momento. Aprovecho entonces para pensar.
Primero continúo admirando el hospital, lo cómodo que es, sus trabajadores amables, algo que me trae confundido desde que estoy aquí. Dicen que hay recortes de personal, pero éste que cuida a María es el summus de la profesionalidad galena. ¡Qué palabra, por Dios! ¡Galeno! Búsquela usted en el periódico Granma y la encontrará en la edición de cualquier día. Allá en Cuba se escribe muy bien en la prensa, pero los hospitales se pudren sucios, espantosamente desalmados de un tiempo a esta parte.
Se intercalan pensamientos, recuerdos de la otra orilla. Todo ahora queda tan lejos y sin embargo siento el olor de aquel desastre. Más que el olor, siento el dolor. Parece que no podré abandonar ese dolor jamás. Pienso en una amiga. Ella asegura que, con la llegada de Lucía y Marc, se curarán mis heridas.
No le creo. Debería disfrutar más esta realidad y olvidarme de aquella.
Al lado de la máquina del café hay otra que despacha bocadillos. Estoy con este sistema. Llevo en mi cuerpo, desde hace días, decenas de bocadillos. Ahora no me urge comer caliente. Trato de obtener una respuesta de los galenos de María para saber más o menos cuánto puede durar el ingreso. Los médicos no sueltan prendas. Me he hecho la idea de que Lucía y Marc, y viceversa, nacerán en estos días cuando yo esté eligiendo un bocadillo.
Miro el edificio en plano cinematográfico. La vista se queda quieta en la Cuarta Planta. En una de las ventanas está María, con los niños todavía en su vientre. En una cama de nuestra habitación compartida hay otra mujer de su misma edad. Está llorando porque esta mañana le han dicho que ha perdido a su bebé producto de una afección urológica. No veo a esta mujer desde abajo. La siento mezclada entre mis pensamientos, aquellos que, cuando desando los pasillos nocturnos, le dan la vuelta al mundo.

(Continuará…)

Foto del autor

Menú del día elegido por María
(la comanda viene en catalán)

GI 19A (CR) GINE
BÀSICA
Amanida russa
Fricando jardinera
Panet 50 gr. Envasat
Fruita
05/07/2011 Comida

2 comentarios:

Guillermo Bernal dijo...

En esa soledad de los pasillos estamos todos los amigos esperando una breve nota que también nos permita no estar solos pensando en si Marc y Lucía han enseñado ya sus caritas. Te acompañamos en los pasillos, Yoyi yo sé que la soledad es un estado de ánimo y tú tienes mucho entusiasmo y demasiada voluntad para repartir. Dale un beso a María y me imagino desde mi dieta que la comida debe ser exquisita, aunque desgraciadamente no entienda el catalán. Un abrazo

Jorge Ignacio dijo...

Guille, la soledad de los pasillos la fotografié para estas crónicas pero me parece muy dura. quizá más adelante cuelgue la foto. Si quieres te puedo traducir los menús. Una compañera de cuarto de María se quejó por eso. He transcrito los menús tal cual. Es increíble, en un hospital se come a la carta! saludos.