miércoles, 3 de agosto de 2011

El nudo del folletín


Crónicas desde Can Ruti (XVI)

Todas nuestras expectativas fueron superadas por la Medicina. Pero, más que la Ciencia, María ha sido capaz de controlar una estancia muy larga en El Hotelito, como cariñosamente hemos llamado al edificio de maternidad de Can Ruti.
El poder de la mente y el sentido protector de la reproducción, el vientre como hogar, como almohada, el cuerpo entero como continente, abrigo, emisor calórico; la responsabilidad de haber engendrado, sin querer, dos hermanos que serán indisolubles -¡sería demasiado pensar en la eternidad!-; ese sentido que tenemos, hombres y mujeres, de amplificar señales que dan cuenta de nuestra existencia, sobre todo cuando parece que el tiempo nos arranca la juventud; ese estar entre decenas de gestantes que coinciden en tiempo y espacio, la coincidencia de los nombres también, la futura amistad…
Todo esto, y más, ha hecho que María aguante un mes, lo que haga falta, acostada en una cama, mirando el sol y el mar –cuando salen entre las brumas- desde una ventana.
Amigos viajeros, doctores y enfermeras se han ido de vacaciones y han vuelto.
María continúa en el mismo lugar. Ah, pero de ese aparente inmovilismo hay un fruto. Los mellizos crecieron dentro de ella hasta rebasar los límites del peligro de un alumbramiento demasiado prematuro. Es un trabajo de artesanía bilógica, pieza a pieza, gramo a gramo colocados cuidadosamente en el lugar correcto.
Ya no hay peligro: Ahora yo sufro por María que me observa marchar de noche y se imagina cómo estará todo en casa.
Las perspectivas han cambiado y ahora es necesario preparar la habitación de los niños, terminarla, a diferencia de antes, cuando entramos en Can Ruti, que se vislumbraban largos meses de incubadora.
María es capaz de tener un parto natural, por mucho que físicamente le duela. Si ha llegado hasta las 34 semanas, si ha aguantado la medicación, el malestar encamado, el dichoso roce de las sábanas, la rutina, en fin, que es lo que mata, María es capaz de parir.
Y si hay cesárea es porque la vida lo quiso así.
Lucía y Marc continúan encajados cerca del cuello del útero, de cabeza los dos, esperando. Los médicos, orgullosos de su trabajo, dijeron ayer que ahora el objetivo es alcanzar las 36 semanas, todo un reto de término para un embarazo gemelar.
De eso se trataba, pero hay que decir que nos hemos ido enterando por capítulos, como un folletín por entregas. La naturaleza de cada mujer es incierta.
María está orgullosa de seguir el camino de Sonia, que aguantó hasta las 36 semanas y parió a sus mellizos una noche por sorpresa.
Una mañana fui a ver a Sonia a su habitación, como de costumbre, y me encontré a una mujer paridora, de ojos verdes, con una sonrisa chiquitica que trataba a toda costa de esconder el dolor.
He podido comprobar en estos días lo cerca que está la felicidad y lo que cuesta conseguirla.

(Continuará…)

Foto del autor
María, adolorida, acaba una sesión de monitoreo y se incorpora solo unos minutos.

3 comentarios:

entierrafirme dijo...

Jorge: me parece mentira que ya estén en la 34. la verdad es que es una cosa maravillosa y que les ahorrará muchísimos pesares. Yo que tuve un bebé ahora a término, me di cuenta lo diferente que es la crianza de uno así, mucho más tranquila y placentera. Me encanta la barriga de María, que parece que ya no da más y sin embargo seguirá estirándose. Un abrazo desde santiago de Chile hasta el hotelito.

Anónimo dijo...

Cualquiera q no conozca a María y vea esa foto, desde esa perspectiva, pensaría q María mide casi 6 pies...pero quien la conoce en persona sabe que es pequeña, menuda, que ya no puede más, la barriga ha alcanzado dimensiones impresionantes, no sé como aún puede incorporarse sola o ir al baño sola... me deja sin aliento su carita, su mente pide fuerzas...pero sus ojitos descanso. Dos semanas más...36, le parecerán una eternidad.
Es muy bueno q todo quede escrito y debidamente narrado, les gustará q le conteis esta historia muchas veces...para entonces la etapa del hotelito, será sólo historia.
Salud amigos! y Gracias a la ciencia!

Jorge Ignacio dijo...

Sólo la ilusión de ser madre, o sea, de criar hijos, es capaz de ofrecer fuerzas en estas circunstancias. Yo mismo estoy asombrado de sus fuerzas. ¡Y todavía queda! Abrazos, a ella y a los lectores del blog.