martes, 24 de mayo de 2011
Azul
Y la España al pairo…¿Quién la quiere?
Hoy nos levantamos, coincidentemente, con un cielo despejado y el preludio de un verano apacible para quienes vivimos a orillas del mar. En los televisores, o lo que es igual, en el reflejo inmediato de la realidad política, predominaba desde temprano el color corporativo del Partido Popular, ganador antenoche de la mayoría de votos en prácticamente toda la geografía española, después de una larga jornada electoral en la que muchos mortales de este país tenían puesto sus ojos.
Yo recordé al despertarme un entrañable libro de Rubén Darío titulado Azul, que mezcla, en partes, la métrica con la prosa y hace alusión a los estados de ánimos en relación los estados del tiempo. Es una obra fundamental para entender el Modernismo latinoamericano, aquella corriente literaria y artística capaz de traspasar el referente francés que, a su vez, se inspiró en unos dibujos japoneses. El espíritu libre del Azul de Darío no tiene mucho que ver con el espíritu del Partido Popular, salvo en que este grupo político -como mismo han hecho sus adversarios- ha sabido adecuarse a los tiempos de democracia para que la España, que dijera Machado, dividida en dos, saliera adelante; fuera capaz por lo menos de esconder sus rencillas en un baúl clausurado con siete candados.
La derecha española escogió este color, sinceramente, porque el rojo ya estaba tomado por los otros y además porque le venía bien para ese matiz católico que pretende dar. Me pregunto entonces si no había más opciones en la paleta de pinturas, una que no fuera tan evidentemente adversa al otro bando. Sé que hablar de las dos España, como hice en la crónica anterior, es bastante delicado y que remueve los terribles episodios salomónicos vividos en este país, pero el caso es que hoy, que tanto se habla de la victoria electoral del bando azul sobre el rojo, nos hemos olvidado de una gran cantidad de gente que está en el medio, que está al pairo porque no se siente representada políticamente por ninguno de los dos equipos.
Esos son muchos de los acampados en las plazas importantes de las principales capitales. Llama la atención cómo un nuevo partido, Unión, Progreso y Democracia (UPyD), el de Rosa Díez (y ella es una escisión del llamado socialismo español), ha ganado adeptos en poco tiempo, porque está en el medio de dos caminos; o sea, fuera de la eterna crispación. Hay que tomar nota de esto.
El domingo por la tarde me di una vuelta por el barrio y pude comprobar que hay una masa corpórea humana significativa que no vive con la política, que estaba en la playa –con el día tan bueno que hizo- o viendo la carrera de Fórmula Uno transmitida desde Montmeló, el circuito de nuestra geografía que queda, por cierto, cerca de mi casa. Así que no nos dejemos engañar por el tremendismo de la prensa porque hay también mucha gente que pasa de los informadores, que mata el tiempo higiénicamente en otros menesteres mientras este país se arregla. Gente que sale del trabajo o de la escuela para las plazas y allí se sienta a conversar con amigos y así reivindica la atención del Estado. Gente que comparte el cielo sin pedir nada a cambio.
Foto del autor
El cielo visto desde una terraza de Badalona
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