martes, 31 de mayo de 2011
Deconstrucción del castrismo
Con el tiempo se van desmontando 52 años de la dictadura que gira a nuestro alrededor y que ni siquiera, estando dentro del ciclo, llamábamos así. La mayor parte de ese tiempo estuvimos en la isla sin enterarnos de nada, o de casi nada. Y no precisamente porque taponáramos los oídos –que algunas veces sí lo hicimos-, sino porque nos han ocultado información. Nos han escamoteado la verdad de muchos sucesos históricos relacionados con la disidencia interna, la que siempre existió desde que el comandante en jefe declaró el carácter socialista de esa revolución que devino en totalitarismo; utilizando la conspiración, el descrédito de las personas y, cuando no se pudo acallar voces, llevando entre rejas a los opositores. Encerrándolos sin garantías jurídicas, por supuesto.
Tengo 45 años. Nací dentro de aquella barbarie solapada en la que muchos socialistas creyeron, y apostaron por ella, desde la distancia, guiados por cantos de sirenas, por el silbido de una flauta mágica que tocaba la melodía que los comunistas querían escuchar. Pero el horror estaba oculto, soterrado en una fosa común –valga la metáfora- y sin membrete, como es esta historia que se podrá escuchar en el video de cabecera, precisamente en boca de un joven socialista argentino, Fernando Gril, a quien un día, y por casualidad, en Madrid, le hablaron de Pedro Luis Boitel, víctima del castrismo en los tempranos años 70.
Ha escrito la biografía Una tumba sin nombre. Se presentó ayer en Madrid.
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