sábado, 30 de julio de 2011

Complejidad existencial



De camino a la media rueda

La alarma de mi móvil sonó a las siete de la mañana recordándome que tenía que pasar la ITV (Inspección Técnica para Vehículos). Una vez frente al espejo, saltó otra alarma: Han salido nuevas canas.
Me miré con mayor escudriñamiento al encontrarme solo en el cuarto de baño, al comprobar que la casa estaba vacía, dejada de la mano de San Ignacio de Loyola. Mi abuela paterna, que murió hace años en un asilo de La Habana cuidada por monjas, tuvo la idea de hacer la combinación con Ignacio porque parece ser que el venerable era su patrón. Con la cara desencajada, luego de un mes mal durmiendo en espera de mis Ibeyis, continué observándome: Se han hundido todavía más mis ojos en unas cuencas violáceas; el tono verde oliva de la vista de mi madre sigue marcando un misterio, un fondo abismal que no terminará por enseñarme el camino correcto. La única certeza que había, además de que cumplía 46, era la cita programada con la ITV, para poder circular por Barcelona en una nave de segunda mano que, coincidentemente, cumple años este mes.
Mis hijos son ciertos, pero todavía están en el vientre de María. Quiero decir –me lié yo mismo en la filosofía de aseo personal-, están pero no están.
Hoy no nacen, lo sentí en el pulso de mi mujer cuando regresé al hospital luego de aprobado el vehículo. Tendría que ser un milagro que nacieran, una situación revolucionaria, en el sentido literal de la expresión y no en la línea del rapto etimológico que nos enseñaron en Cuba.
Dos años atrás, cuando no teníamos en mente siquiera procrear un muchacho, recuerdo que me levanté también temprano y llevé a María para que me retratara en la parada del 44. En aquel momento solo me pasaban por la cabeza mi abuela, la playa y una botella de añejo. Para celebrar, digo yo.
Hoy me analicé mediante una complejidad existencial inédita en los días de mi vida: Voy a ser padre, de mellizos, de ambos sexos, y me pregunto si tendré ánimo para localizar guarderías públicas por el barrio. O si cambiaremos de barrio, de municipio, de país.
Cualquier cosa puede suceder.
Después de todo, me alentó una chica que crucé en el hospital y, de buena mañana, realizó un scáner de este que escribe, de la cabeza a los pies. Cambió la mirada rápido, por supuesto, pero me quise atribuir una aprobación de la ITC, o lo que es lo mismo: La Inspección Técnica para Cuarentones.
La muchacha no me entregó factura, seguramente porque, como yo, odia la burocracia.

Foto del autor
Esta mañana, desde el coche, antes de entrar en la revisión anual.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Venga macho que ser cuarenton tiene su encanto,yo hace 6 años pertenzco a este "club" y nunca me habia sentido tan seguro de mi mismo y libre de complejos.Al final he comprobado que las canas,alguna calviciea y la barriga cervecera tiene mucho exito,yo diria que mas que los cpmlejos llenos de acne de hace mas de 20 años.Un saludo:Roberto.FELICIDADES CUARENTON Y TANTOS......!!!