La primera cuenta verdaderamente seria que saqué con respecto a mi edad tuvo lugar hace nueve años, en el 2000, cifra redonda que marcaba el principio y final de muchas cosas. Entonces, un día como hoy, cumplía 35 años.
Para mí, obviamente, aquella era una cifra gigante.
Un año después, no obstante, fue que comenzó todo.
Al emigrar uno emprende una nueva vida – de ahí el nombre de este blog-, y ahora no sé si ponerme a contar con seriedad mis julios a partir de la llegada a Barcelona. Esta mañana me desperté con esa duda.
Total, hay cinco años por ahí sueltos en los que no aparecí en ningún papel de esta ciudad ni de este mundo, ya que Cuba me borró automáticamente de su lista de ciudadanos naturales –para lo que le conviene al gobierno, claro-, y España entonces no me reconoció en el lapso de un quinquenio.
Ese quinquenio no tan gris como pudo haber sido –la novedad se ocupó de darme cobijo-, parece ser que no estuve en este planeta; sin embargo, fue el tiempo en el que más aprendí de la vida. Debo confesar que, aún siendo consciente del limbo legal en el que me encontraba, el sentido de libertad extraordinario, inédito en los días de mi vida, me ocupaba más la mente.
¡Vaya paradoja!
De esta manera, y ante declaración jurada, expresada por escrito, resto cinco años a conveniencia. Si hoy, al levantarme con un beso de mi mujer, me cantaron 44 julios, y, entusiasmado, le pedí a ella que me retratara en la parada del bus, al final de la jornada puede que me meta en la cama con 39.
Quiero agradecer a todos mis amigos las felicitaciones y la complicidad de esta acta innotarial. Y a los lectores, en general, la gentileza de permitirme utilizar en mi cumpleaños este espacio del blog para mí.
Gracias a todos y feliz verano.
Para mí, obviamente, aquella era una cifra gigante.
Un año después, no obstante, fue que comenzó todo.
Al emigrar uno emprende una nueva vida – de ahí el nombre de este blog-, y ahora no sé si ponerme a contar con seriedad mis julios a partir de la llegada a Barcelona. Esta mañana me desperté con esa duda.
Total, hay cinco años por ahí sueltos en los que no aparecí en ningún papel de esta ciudad ni de este mundo, ya que Cuba me borró automáticamente de su lista de ciudadanos naturales –para lo que le conviene al gobierno, claro-, y España entonces no me reconoció en el lapso de un quinquenio.
Ese quinquenio no tan gris como pudo haber sido –la novedad se ocupó de darme cobijo-, parece ser que no estuve en este planeta; sin embargo, fue el tiempo en el que más aprendí de la vida. Debo confesar que, aún siendo consciente del limbo legal en el que me encontraba, el sentido de libertad extraordinario, inédito en los días de mi vida, me ocupaba más la mente.
¡Vaya paradoja!
De esta manera, y ante declaración jurada, expresada por escrito, resto cinco años a conveniencia. Si hoy, al levantarme con un beso de mi mujer, me cantaron 44 julios, y, entusiasmado, le pedí a ella que me retratara en la parada del bus, al final de la jornada puede que me meta en la cama con 39.
Quiero agradecer a todos mis amigos las felicitaciones y la complicidad de esta acta innotarial. Y a los lectores, en general, la gentileza de permitirme utilizar en mi cumpleaños este espacio del blog para mí.
Gracias a todos y feliz verano.
El autor.