lunes, 23 de abril de 2007

En otro lugar no sería una fiesta

Querido viejo:
Cuando esta ciudad se llene de flores tu memoria rondará por encima de todos nosotros haciendo un vuelo rasante. Volverás con tus palabras tranquilas a medir nuestros pasos, con cariño, con tus observaciones la mayor parte de las veces certeras. Hace mucho tiempo que dejaste de equivocarte y aprendiste a esperar a que la vida misma nos trajera las cosas; aprendiste a buscarle el lado positivo a todo, que lo hay, por muy duros que parezcan los acontecimientos. Cuando esta ciudad amanezca y la sal mojada del ambiente se mezcle con la luz, estaré pensando en remediar urgentemente la falta que me haces. Buscaré una salida para no tener que asociarte con la melancolía y sí con lo que verdaderamente construyo en este lado del mundo. No he parado de dejarte inscripciones en cientos de lugares, en las calles, en las vistas aéreas, en los ramales del ferrocarril, en la infinidad de túneles que nos han puesto por debajo de los pies, en cada centímetro de esta casa alegre y tibia como tú. Todavía me pregunto cómo fue que no llegaste a mi puerta nueva justo cuando terminé de ensartar los desaciertos. Cuando por fin respiré nuevos aires y me senté tranquilo a dibujar más o menos la fecha en la que entrarías por esta puerta. No me ha dado tiempo a recuperarme de la noticia, siquiera asimilar que un día como hoy tenga que escribirte una carta distinta, por reflejo, sencillamente, como autómata como hago ahora. Esta ciudad está llena de encanto y de luces tenues. La historia de estas calles tiene que ver con el hombre que hay en ti, con el hombre moderno que no traiciona jamás la galantería, y mucho menos abandona el lenguaje fino de las conquistas. No entiendo cómo he nombrado, desde que vine, nuevos espacios para ti, abriendo una ruta tentativa para esta segunda naturaleza que tuvimos que encarar a la fuerza. Y ahora me remito a ti como memoria intangible, tirando de palabras que utilizaba para otras cosas, para otros cuerpos. No me da miedo amanecer hoy con la ciudad inundada de libreros y saber que pasarás en vuelo rasante. Me da miedo saber que luego quedaré solo cuando anochezca, y por eso evitaré la imagen del desmonte de los kioscos; estaré atento para que no me sorprenda el sonido sobrecogedor de los barredores que vienen detrás. Para ese momento debe haber una alternativa. Como la hay cuando se termina una película que me hace pensar en ti y nos cierran el cine. Me adelanto a pensar y a oler cómo será esta ciudad dentro de unas horas, para que no me sorprenda ni una sola lágrima por muy saludable que sea llorar. No quiero más sorpresas ambientales. Me adelanto con estas líneas totalmente apesadumbradas para que el día me pese menos. El año pasado redacté desde París los ambientes que inscribí en tu nombre, en la avanzada que íbamos haciendo. Pasé el día de tu cumpleaños allí, pensándote pero también divirtiéndome con mi mujer. Entonces las cosas y los pasos no tenían fechas ni aproximaciones a un tiempo concreto. Hoy me duele tanto tener que escribir que cumplirías tus 63 esperando mi crónica de San Jordi. Tu cumpleaños, mi santo que jamás he celebrado pero aquí sí, porque la ciudad me involucra, el trueque de las flores por los libros, el detalle de tu sensibilidad mezclada con la leyenda local, uf, mi nombre virado al catalán, sonando distinto aunque repetido un millón de veces por la radio, los mensajes de la gente que me recuerda, un pastel de manzana que hizo mi mujer en el horno de casa, Las Ramblas abarrotadas de gente, mi amigo Jaime y su mujer abriéndome las ventanas para que te vea pasar. Quisiera no estar aquí para no tener que asumir este compendio de casualidades, que duele tanto y no funciona en ninguno de nuestros sueños. Pero no puedo hacer las maletas otra vez, ahora que soy relevo declarado a los cuatro vientos. Me levantaré temprano, correré las cortinas del salón y sentiré estas líneas mucho más llevaderas, cuando de verdad sea una mañana de 23 de abril en esta ciudad adonde llegué de paso. Tomaré el café con mi mujer pensando en ti, adorando tus consejos y riñendo con la vida por la prisa que toma injustamente a veces.

Primavera 2007

1 comentario:

Infortunato Liborio del Campo dijo...

Millones de gente escriben así. ¿Por qué tendría que venir a leerte precisamente a ti ? Debe haber algo dentro de ti (todos lo tenemos) que sea original y que todos quieran conocer porque enriquecerá sus existencias. Y si no lo hay inventátelo. En la vida real no existen los Macondos ni las Comala, pero los Macondos y las Comalas de la literatura son más reales que en la vida real.