Me acabo de dar cuenta de que el ombliguismo nos ataca. Esto es: hablar y pensar solo desde la perspectiva de uno mismo. El YO es tan repudiado por algunos editores de periódicos con mucha razón. En informativos está prohibido. No así en otros géneros como la crónica, que lleva sentimiento. Otra cosa es que algunos editores tengan terminantemente prohibido el YO por política de contenido y no de estilo. ¿Dije política? Me parece que lo dije de carretilla, sin pensarlo, vamos. Hace tiempo que no comulgo con la política. Para que se tenga una idea:
YO, que escribo estas líneas en primera persona, no sabía escribir este pronombre personal. Crecí profesionalmente en un diario donde esa palabra no existe, ni en las oficinas espirituales, porque no teníamos oficinas espirituales. La censura del YO me dañó seriamente el punto de vista, toda vez que el pensamiento debía expresarse en plural. Por un lado, me coartó, en la arrancada, el lugar que ocupo en el espacio. Aunque también hay que decir que me no me adjudicó el vicio del ombliguismo. Creo que tengo un balance, saludable y reconfortante, aunque no esté exento de meter el delicado pie.
El llamado de atención me llegó ayer desde Argentina. Una amiga que lee las presentes descargas me recordó –suave, suavecito me lo dijo- que allá están llegando al otoño. YO, por tanto, no le decía nada con lo que siento en estos días con la llegada de la primavera. O le decía algo, pero inconexo con sus presiones atmosféricas. Aunque, aseguró, sus hormonas también se preparan para recibir el cambio de estación. Confirmé lo de los desajustes hormonales. De paso, recordé que, yendo de lo particular a lo general, somos hemisféricos y además esféricos. El sur también existe y los argentinos reclaman cierta atención.
Primavera del 2007
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