viernes, 24 de julio de 2009

El bolero de Joaquín



No es trágico. Venía siempre con una sonrisa, como si su actitud nos despejara los caminos por donde la vida nos tienta. Y siempre estaba allí, al final del auditorio, que no pocas veces era la entrada del salón. Así que, si nos convenía, pasábamos silenciosos a ocupar los buenos puestos, los de adelante, para grabar las conferencias, salir en los noticieros televisivos o entretenernos mirándoles los zapatos a los del estrado.
Pero él sabía que estábamos y dónde, sabía que habíamos llegado tarde, lo sabía todo. Hablo en pasado porque esto es un recuerdo, y también porque me marché de aquellos dominios sin avisar. Joaquín sigue allí, en todas la conferencias de prensa que hablan de la música, continúa en las filas para reporteros de los teatros, en los cafés de debates a posteriori, ambientes que llamábamos así para suavizar la vernissage constante de consumos de alcohol.
Creo que Joaquín se mojaba los labios. No estoy seguro.
Siempre pienso en mis compañeros de profesión que tuvieron que enterarse por boca de otra gente de que me marché. Es algo que no he logrado quitarme de encima. Y pensé en Joaquín, en estos días, con la noticia de la publicación en Barcelona –más bien en la red internacional- de su más reciente libro.
Seguirá luchando contra el transporte urbano de esa ciudad tumultuosa llamada La Habana, él, invidente que sueña por la oreja, según le apetece confesar. Seguirá asistiendo a los conciertos en medio del peligro, no por ser ciego, sino por lo oscuros que son los autobuses abarrotados de nuestra capital, turbulentos, como los trenes de la India.
Lleva veinte años con su columna a cuestas, uno de los más lúcidos - si no el más- espacios de opinión sobre ese marasmo denominado Música Cubana.
¡Veinte años escribiendo sobre una boca de fuego!
Sé que al principio nadie quería darle trabajo por ser ciego.
Esa amargura de la gente él la convirtió en uno de sus desafíos personales. Como mismo, antes se había presentado en la Facultad de Periodismo para estudiar la carrera. La cursó. Se graduó en contra de una de las principales leyes de la materia que sitúa a la observación como piedra angular.
Dos décadas después, su columna sigue viva y se apea de los terribles buses con un libro en la mano, simbólicamente, claro. Esa biblia, supongo, será una de las claves para entender qué pasó después del son y la guaracha, más allá de la rumba y el cha cha chá.
Encima, compartir nombre con Sabina y con Rodrigo –dos extremos de la cuerda- me hace sospechar que su vida transcurre en tiempo de bolero, agazapada y expectante.
Espero que nos veamos alguna vez en Barcelona, o en nuestra musicalísima ciudad, querido amigo.


Concierto Cubano. La vida es un divino guión, por Joaquín Borges Triana. Editorial Linkgua, Barcelona, 2009.
Puede conseguirlo aquí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ha nacido una estrella, otra. Pásate por allí.