domingo, 26 de julio de 2009

Montcada (i Reixac)



Esa mañana se estrenó un pantalón militar, con bolsillos de alforjas y cremalleras metálicas, de esos que se burlan alegremente de la iconografía castrense. Llevaba aún los tickets del supermercado mezclados con las llaves de la casa, un paquete de tabaco, la billetera, el estuche de las gafas de sol y un teléfono móvil estrecho.
Su mujer aprobó el color verde olivo y, en general, la estampa juvenil que tenía delante, comenzando por un par de sandalias cruzadas que hacían de él un esperpento recogido, pero esperpento al fin y al cabo. El pantalón incluía tiras de tela atadas en el carril de las cremalleras, como si fueran hebras de henequén que cuelgan de un tejido rústico.
-¿Vas cómodo, mi amor?-le preguntó.
Él asintió.
Subieron al coche y enchufaron el aire acondicionado. El automóvil estaba tostado por el calor de casi cuarenta grados centígrados que había en el ambiente, y sucio, producto de una lluvia de barro que había traído el viento africano desde miles de kilómetros de distancia.
Tomaron la autopista en dirección a Girona. No había tantos coches en la ruta que llevaban. Era un domingo espléndido, sosegado.
Al pasar por el borde del pueblo de su tía, ella sintió que le iban a hacer una broma, una broma recalcitrante. Así que bajó el volumen de la radio para que su marido no tuviera interferencias. No se equivocó. Él tiene varias ideas fijas, una irremediablemente enlazada con ese camino. Evitar el trayecto significaría viajar por una calzada con peaje. Ella quería ahorrarse los impuestos de las autovías catalanas, más altos que los de otras comunidades autónomas, a sabiendas de que la broma llegaría.
Coincidentemente, era domingo, un 26 de julio.
Justo al aparecer las señalizaciones del nombre del pueblo Montcada i Reixac, él le preguntó:
-¿Sabes qué día es hoy?
-Domingo-dijo ella para fastidiarlo.
-No, de número-insistió su marido.
Se hizo silencio. Él atendía la autopista pero la miraba intermitentemente por el espejo. No se aguantó porque sabe que ella lo quiere, que lo entiende, e insistió:
-Mi amor, un día como hoy, pero del año 1953, Fidel, y un grupo armado de hombres…
-Sí, ya sé, asaltaron el Cuartel Moncada…Y el 19 de abril, que es el cumpleaños de mi madre, en Cuba es el día del miliciano, y el 28 de septiembre, mi cumple, es el día de los comités de defensa de la revolución.
Al concluir con tono irónico su frase, ella volvió a subir el volumen de la radio.
Él depositó cariñosamente su mano derecha sobre el muslo izquierdo de ella. Le acarició la rodilla en sentido giratorio y volvió a sujetar correctamente el volante.
Se fijó por el retrovisor de la derecha que dejaban atrás la entrada a Montcada i Reixac, un pueblo tranquilo donde viven muchas personas que trabajan en Barcelona y ese domingo, sin arrastres bélicos de ningún tipo, debían estar arreglando el jardín o baldeando la terraza.

2 comentarios:

Kerala dijo...

El año pasado me sorprendió la noticia en el periódico, era 26 de julio. Es divino poder poner agua y tierra entre las fechas antes obligadas y un buen surco de olvido por donde ya no queremos transitar, seguramente cada miembro de ese pueblo poseerá como una reliquia las fechas colgadas en su familia, aquellas conformadas por la historia individual y habrán crecidos ajenos a las marchas sentenciadas y a las consignas del telón. Ya se prepara el alcohol en Cuba para los próximos festejos, quizás con algo de juguito y alcohol a la gente se le apacigue el hambre. Eres especial escribiendo, te deseo lo mejor

Jorge Ignacio dijo...

Aunque quiera, no me olvido de las fechas. lo tengo sembrado. qué fastidio! hay muchas cosas de otra índole para memorizar...pero así somos. un fuerte abrazo y lo mejor para tí,Kerala.